24 de octubre de 2012

La desfiguración del ser en el ladrillo


Es como acomodar ladrillos de a uno en la pared, construyéndola paso a paso, quedando estos como engranajes, todo meticulosamente preparado. El ladrillo no puede por medio alguno abandonar su posición, la idea de la seguridad se presenta en la estructura como principio y el mismo se ha expandido sobre todos los ladrillos, quienes para mantener esa seguridad no deben plantarse la posibilidad de salir, es un hecho contraproducente. El intento de salir los llevará sin darse cuenta a la peor de todas las inseguridades.
El ladrillo intenta salir, prueba en todas las direcciones pero se encuentra perfectamente amarrado, “perfectamente seguro”. Ahí sobreviene lo temido: el ladrillo se cuestiona, dícese a sí mismo -¿Realmente esto es lo  seguro? ¿Qué habrá allá en donde no puedo estar? ¿Por qué me será imposible salir?- lo abraza la incertidumbre como un monstruo enorme que desea devorarlo, convertirlo en barro nuevamente.
La seguridad ahora le es presente como algo completamente ficticio, -no es una elección- piensa, no hay libertad. Entra en su mente la imagen de un ejército de marionetas marchando, encadenados desde el mismísimo nacimiento hasta el momento donde ingresan por las puertas de un gran horno al oscuro eterno de donde vinieron. Imagina otros ladrillos en esa prisión, -¿Cuántos serán quienes también han cuestionado el lema?- De pronto sus oídos se enteran de los rumores… Esa seguridad ficticia mantiene segura a la pared, la idea de convencer a los ladrillos de sus costados es una tarea titánica y ni hablar si se lo extiende a todos los que conforman la pared.
Se entera de esa frase impresa en algunos muros “yo no quiero ser otro ladrillo en la pared”. El ladrillo ya no quiere ser, reniega de su condición, desea elegir, QUIERE elegir, anhela la libertad que nunca tuvo y la anhela como si la no vida fuese esa libertad. Busca y le llegan rumores de quienes en ese anhelo acabaron sucumbiendo al hecho renovado del pretérito, pero este ladrillo tiene como convicción: no sucumbir. Piensa, es en lo único que posee plena libertad, en la posibilidad de pensar, pueden decirle “no pienses en eso” pero no pueden prohibírselo, no hay manera para ello. No puede salir de sus circunstancias, es lo que hicieron de él; piensa pero lo hace limitadamente, siempre fue ladrillo en una pared que prometía “seguridad”, ¿Hasta dónde esa condición impondrá los límites de su pensar? Él, al saberlo puede buscar romper con esta.
Desea ser pájaro, reniega de su condición de ladrillo, de su esencia, quiere ser pájaro pero no tiene alas, no tiene propiedades aerodinámicas, puede soñar con el horizonte y nunca llegar a él, la imaginación es infinita, hace uso y abuso de ella hasta que llega el momento donde dice –STOP- No se debe abusar de la imaginación, no es existencia vivir en el mundo del querer y no poder ser, solo se debería vivir en el mundo del querer ser dentro de lo que se puede ser.
Rompe miles de imágenes como si fuesen cristales, sólo para después emprender la nueva búsqueda, aún se plantea como romper con la incertidumbre. Jamás pensó en cual fue el deseo que lo lleva a querer salir, tampoco se detuvo a pensar en la finalidad de la pared y batalla nuevamente contra argumentos, contra molinos de viento, -¿Qué pasa si estoy de acuerdo con su finalidad?- no quiere pertenecer a la fila de los rebeldes sin causa, pero no lo es, no está conforme y nunca le dieron a elegir, parecen ser respuestas suficientes. Quizás su función es compatible con su querer pero su deseo no es ser pared, quizás desea ser piso o techo pero no pared. Seguramente lo limitaron desde la concepción y lo ingresaron a la pared al imposibilitarle ver las otras opciones posibles, quedo reducido dentro de una sola forma de ver la realidad y recién ahora descubre toda esa gama de opciones.
Ahora se ve a sí mismo como un ladrillo reduciendo el entorno de la incertidumbres, ya sabe donde está parado, siempre lo supo pero no con tanta certeza. Ahora se pregunta como romper esas cadenas…
Continuará…

Por serápiens

17 de octubre de 2012

Invasiones


Despertó un día sin ver, en el horizonte, la arena que ama, sin sentir el viento que ahora anhela. Solo un pedazo de cemento extendido en las cuatro direcciones lo rodeaba, algunas cuantas barras de metal se colaban donde faltaba el cemento con intención de que no faltase aire…
Cree no estar en su propia tierra, fuera de su cubículo algunos uniformados hablan en lengua extraña. ¿Dónde estaré? Se pregunta desconcertado, no hay nadie quien pueda quitarle su duda. Tres días pasa en el desconcierto recibiendo comida suficiente como para no morir de hambre, ese tercer día un hilar de barreras se alejan dando espacio suficiente para que un par de uniformados pasen. Unos cuantos golpes después entra alguien de aspecto diferente, cruza algunas palabras con los uniformados en esa lengua foránea y después en perfecta lengua natal le habla al prisionero, pide explicaciones, nombres, cargos y cualquier tipo de información disponible. Se enteró así y entre los puchitos surgidos cuando lo golpeaban de qué se trata el asunto, pero solo como una idea vaga, faltan piezas en su rompecabezas aunque la imagen ya se distingue, cobra forma.
Observando el rompecabezas es capaz de comprender que lo golpean las fuerzas armadas de otro país quienes han invadido el suyo con el fin de promover la paz. Cada golpe en su rostro consecuentemente es un grito de paz extranjera, incluso los abusos representan la subordinación de su cultura a la cultura superior en manos del extranjero. Cierra sus ojos, una lágrima rueda desde su mejilla. Después de ese último golpe no les dice quien es el cabecilla de la guerrilla, no porque no quiera decirles, solamente no lo sabe y ya cansado de decirles que no sabe calla, calla para soportar el dolor, siente la gota rodar en su mejilla y recuerda el río al cual seguido solía ir para disfrutar del aire, del paisaje, y del mismo río.
Le preguntan porque sus manos están maltrechas, cuál puesto cumplía en la organización y con unas gotas de sangre paga el hecho de contestarles que es artesano en un pequeño poblado. No comprende aún porque nunca vio al juez, quizás estén ocupados atendiendo casos importantes de su propio país… Y él ahora se siente extranjero en su país, desconoce ese pedazo de cemento ubicados a unos cuantos kilómetros de la capital. Una picana le recuerda las maravillas del país extranjero,  ahora le recuerda las proezas del sistema educativo y seguidamente el presupuesto destinado al ejercito en pos de la paz.
-Respete siempre la ley- repite su mente mientras sumergen su cabeza, efímeros segundos, en una tina con agua. Respetó siempre la ley y se olvidó de respetar la ley del otro país y piensa ahora –La culpa es mía por no respetar la ley de aquel país y de aquel otro y de vaya uno a saber cuantos más…-

Serápiens

10 de octubre de 2012

Condena

Y ves esa alma condenada, esa maldita alma que se sabe condenada, y se te cae la cara, se  derrite, se desfigura perdiendo su forma. Está encerrada en la vida marginal por una maquina endemoniada, un conjunto de engranajes tan perfectamente macabros que se los lleva el diablo.

De las manos de esa alma transmuta la condena, la desesperación cobra su forma mediante el grito o el chirrido de metales. La tinta negra deja sus marcas, la condena no es para quien tiene fervor por la vida, es un reto, una desquiciada meta para ser de obstáculo del demonio.

Suburbio es el lugar del alma, allí siente estar fuera de los muñecos opresores, fuera del vil teatro de títeres. Tiene razón, tiene permitido vociferar esas palabras.
Fuma un cigarrillo y manda su salud a la mismísima mierda purificando su alma. El cigarrillo en sus labios, el humo exhalado se convierten en requisito infalible de cualquier alma que esta condenada.

Su deseo de ver putrefactos los barrotes es aplastado cruelmente por la realidad concerniente a ellos, no puede pudrirse la materia inorgánica, pero hay cierta materia orgánica en medio de toda condena. Debe ser esa quien deberá despedir el aroma agrio, que resulte repugnante para las ratas y cucarachas.

Manos sosteniendo cadenas, eslabón tras eslabón, masacre de las letras y el rojo emerge de las hojas, bajo la persuasión de que la flor esta maldita.

El alma condenada esta bajo la dicotomía de ser blanda, de ser dura, la caricaturizan de dura... y de a golpes se ablanda la goma.

Maquinaria canalla, fracasa al querer ahogar el alma. El ron su medio dispuesto, la atroz borrachera provoca la expulsión, más digo el vomito de las palabras que la alcantarilla escribe en paredes ajenas.

A cada instante muere el alma, a cada instante revive el alma. Su voz ronca es causa de su ambivalencia. Historias de un hombre que pena, figurando la belleza de la tragedia, del sufrimiento, de la maldición. Se transporta en el tiempo.

El alma condenada se libera solo cuando perece el cuerpo.


por Fernando Klap

28 de septiembre de 2012

Vendedor de sandías



Realizado por Brenda  Opazo


Se levantó a las 7 de la mañana como todos los días del verano, debía madrugar por su condición de trabajador mientras tantos otros están de vacaciones, fue hacia su camioneta Ford de los años 70 siguiendo la eterna rutina, cargó unas sandías, lo cual antes no había podido hacer por falta de tiempo, rezo a dios pidiendo por un buen día tanto económico como climático porque nadie desea vender bajo la lluvia por más linda que esta fuese. Volvió a la cocina-living-comedor-pieza, para tomar un simple desayuno (mate cocido con un mignon de pan), luego se quedó sentado en la mesa esperando por unos segundos para después subir a esa chata destartalada, que no tenía ni idea porque razón seguía andando, e ir allí cerca del puente de salida a la ciudad (o de entrada según el punto de vista aunque el frena del lado de salida). Allí pasaban los autos en dirección al río y el hombre sabía por experiencia que en ese lugar las ventas eran buenas. Estacionó la chata y preparó el puestito, a esa hora se sentía que el día prometía ser caluroso como cualquier otro.
 Eran las tres tarde ya y el sol estaba arriba incidiendo con toda su intensidad, le caían un par de gotas de sudor debido a ese tedioso calor, a esos 40 grados de sensación térmica que anunciaban sorprendidos los locutores de las diferentes radios, y el hombre firme se mantenía debajo de esa pequeña sombra, al lado de su chata esperando por los clientes. Las ventas parecían normales, todavía el dinero ganado no cubría los gastos para vivir, debiendo esperar el finalizar de esa larga jornada mientras en su rostro el cansancio se visualizaba y su cuerpo amainaba ya por lo mismo... Fue en ese entonces cuando un auto diferente a los cotidianos frenó cerca del puesto, era una patrulla de la cual bajaron un par de policías que fueron directo al hombre. Uno de ellos le pidió el documento y los papeles que acrediten el permiso para vender las sandías en ese lugar, esto último quizás de malvados porque de antemano conocían la situación del hombre. Sabían por conocimiento anterior que no poseía ningún papel y que por la misma razón tampoco pagaba impuestos, pero ellos no se atrevían a contraponer en ese pensamiento la otra verdad, no se atrevían a decir -este es su único medio de subsistencia- y menos pensaban que uno o dos pesitos, por poco que parezcan, eran claves para modificar la vida cotidiana de nuestro hombre... Ya era pobre y querían hundirlo aún más, triste desgracia la que le tocó vivir, pero estos policías quizás no eran tan consientes de ello, solo cumplen órdenes y en cierta medida les satisface cumplirlas al no cuestionarlas.
El hombre percibiendo la que se venía abrió su boca para depositar palabras en el aire, quizás alguien las escuche pero eso no le importaba, ya estaba cansado de no poderse indignar si para indignarse se debe pertenecer “a otra condición, a otro “status””, estaba incluso cansado de vivir, pero la remaba todos los días. Sus palabras, que nunca pudieron ser sabias, estaban alimentadas por toda una vida de ver, y peor: de vivir miserias. Era una voz no tan vieja, dada por tantas situaciones la que le hizo decir –¡No tengo ningún papel!, ni siquiera aquel que acredite mi pobreza, soy solo ¡uno más de tantos! aunque posea estas pocas sandías y esta chata que ¡algún milagro! la pone a andar todos los días, ésta es la vida que, en la repartición realizada por algún ser diabólico, me hizo vivir, este es la vida que me toco vivir y de la cual, por desgracia, no puedo escapar... Cada vez se le agregan más desgracias a las desgracias, realizando el polo opuesto de la famosa frase “la plata trae la plata” parece ser que la falta de ella te lleva cada vez más a una pobreza extrema, y a su vez las ¡malditas! desgracias parecen traer más ¡malditas! desgracias. Permítanme decirles que, por más empeño y esmero que le ponga, no puedo escaparle y cuando encuentro algo que, a fuerza de sudor y trabajo, me permite apenas vivir el ¡maldito destino!, por aquella necesidad que tengo de echarle a algo la culpa, se encarga de arrebatármelo-. El hombre prefería no nombrar la palabra policías para no suscitar bronca en ellos, tampoco sistema si nunca se le cruzó cuestionarlo, tampoco la maldad en las personas, solo conocía esa necesidad disfrazada de maldad que surge en la miseria. El policía haciendo, oídos sordos a las palabras del hombre, dijo –Lo siento señor, nosotros estamos cumpliendo con nuestro deber, y él nos dice que debemos confiscarle sus sandías-. El hombre, falto de fuerzas, pensó para sí-más que deber son ordenes las que le dicen a estos hipócritas lo que tienen que hacer, el deber del que hablan es una mentira- y luego, sin ser consciente de ello, en voz alta salieron estas palabras- Ustedes dicen cumplir con su deber, lo oigo a cada rato, y si yo tengo algo que agradecer es el no ser sordo, pero ¿qué quieren que les diga? yo sigo viendo ladrones y no sólo ladrones que roban electrodomésticos, ladrones en el sentido común, yo sigo viendo ladrones de traje y corbata, ladrones en puestos respetables. Veo también el último eslabón del narcotráfico en el barrio donde vivo y delincuencia organizada. Y a ése al que le llaman deber ya no le presento ni respeto, el deber se encarga, parece, solamente de quitarle la subsistencia a quien se la rebusca para salir adelante, o por lo menos para poder vivir en el día. Sé que somos una masa de trabajadores quienes nos encontramos al margen de la ley, pero nuestra pobreza nos obliga, estamos sumergidos en la pobreza y no nos permiten nada. Y qué quiere que le diga “el deber está ciego” debe ser así de lo contrario como se explica que el deber no siga a la justicia, dígame usted cómo se explica, pero qué iluso soy, a quién diablo le estoy preguntando, le estoy pidiendo a un sordo que escuche las falsedades que dice un ciego y más aún, le estoy pidiendo a un ciego que mire a otro ciego, con razón se queda mudo… deber y justicia, vaya a saber uno cuál es cuál en este mundo de locos. La justicia está loca y el deber está ciego ¿o será al revés?. Lo que es seguro es que usted no las comprenda por más que crea que seguir ordenes es comprenderlas-. El hombre calló unos segundos, no sabía de dónde habían salido tantas palabras pero precisaba un poco de aire, miró a los otros policías que ya estaban confiscando sandías y prosiguió –Usted llévese esas sandías pero sépalo, ese deber es pura patraña, su deber es una porquería que nos lleva para ningún lado…- y el hombre continuaba hablando mientras veía ese montaje realizado para llevarse las sandías. Uno de los policías se acercó y le dijo casi susurrándole –lo siento, es en ésto en los que nos toco vivir, y agradezca que no lo llevamos preso-. El hombre los vió alejarse mientras sus ojos endurecidos por el paso del tiempo, endurecidos por la vida, trataban de hacer brotar una lágrima poniendo todo su empeño en crearla para representar esa tristeza a los despojos.

Por Serápiens

24 de septiembre de 2012

Intemperie


I
Pero la mente es algo blasfemo
momento y beso apagado



II
Eran bestias

reguero de sangre
arcilla compactada
y porcelanas acribilladas.

Las lágrimas rotas
de otra noche bañada,
luna roja,
niebla,
temor y silencio,
gritos apagados.

La palabra,
la palabra herida,
acción perpetuando la lucha
deshecha, derrotada
jamás vencida
jamás de cabeza gacha.

Reguero de sangre,
ropa deshilachada
ideas malheridas,
atrocidades disfrazadas de santas,
la filosofía huyó
junto a la ciencia
junto a la vida.

Detrás de las paredes, el refugio…

Basuras, basureros, basural.

Dios enmudeció,
el niño sin padre lloró
y alguien perdió su hermano.
La esperanza pisoteada,
desgarrada.
En tiempos de horror,
de muerte camuflada en vida.



III
Condenado blasfemo
ejecución sincrónica.
Sus ojos vendados,
la venda abandona el blanco,
y el rojo gotea
como lágrimas,
como tristezas,
con furia
de temores pasados.

Miedos futuros y pretéritos

transmutación simbólica

condenado deshecho.



IV
Lobo oscuro
sombre nocturna
cataclismo inesperado.

Miseria vil,
sonrisa sádica.

¿Dónde está el bufón?
¿O el cínico?
¿O el siniestro?

Carcajada cruel,
cascada sangrienta,
cadenas oxidadas,
crujidos escalofriantes
en la oscuridad nocturna.


V
Amordazada la mano

alfileres
clavados
en la llaga

impedimentos
cocidos sus labios

faltan algodones
insertados
en su nariz.


VI
¿Acaso lloran los muertos
por quienes quedaron en vida?

Por Fernando Klap

19 de septiembre de 2012

El edificio


El edificio, cuatro mil salones dicen, “INFINITOS” gritan otros para dar una idea más acertada de su magnitud. Existe el rumor de que nadie jamás lo ha podido recorrer completo, no negare de que hay osados, aventureros que lo intentan, tampoco negaré a los charlatanes, de estos últimos sobran y… algunos quieren hacerte creer que han podido atravesar el edificio de punta a punta… También he conocido a personas que prefieren no nombrarlo, parecen temerle a su magnificencia.
Nadie sabe que hay en cada sala, incluso en algunas salas de fácil acceso es imposible decir con rigor todo lo que la compone. Los pisos son de estilos muy variados, algunos de rareza enorme, en ellos confluyen todas las civilizaciones pasadas y presentes, estando a la espera las futuras…
Una propuesta muy popular es caminar solo por algunas habitaciones con los ojos bien abiertos intentando que no se escape detalle. Cada tiempos muy irregulares se escuchan crujidos: señal del deterioro. A veces los crujidos transmutan y se escucha un sonido fuerte como el estallido de una dinamita, ¡señoras y señores! Se ha producido un derrumbe… Algunos han llegado a afirmar que, entre los estruendos que escucharon uno se asemejaba al de la bomba atómica, pero estoy seguro de que nunca escucharon el estallido de una bomba atómica, yo, en particular, nunca escuche ninguno de los dos.
Las salas, como ya se imaginarán, tienen vida útil, son construcciones, el material se carcome, simplemente perecen constantemente. Acerca de la pieza original hay de las más variadas leyendas, algunos dicen que esta por ahí, escondida en  algún rincón del edificio; incluso hay una versión que cobra cada vez más fuerza donde suponen que esa habitación ya no existe,  sin ningún calmante anuncia: “la pieza original de tamaña obra ya no existe” y se deriva de aquí que sólo quedan escombros, pero ni siquiera eso se puede saber, quizás ya sea polvo o ya sea nada, hasta queda la posibilidad que otra pieza haya sido emplazada sobre el olvido de está,  emplazada donde yace muerta como si alguna vez hubiere poseído pulso… Aquí me detengo para aclarar que no solo hay ruidos de derrumbe, también se puede escuchar el ruido de las palas y del constante martilleo, a veces cuando solo hay silencio se escucha el tintineo de un clavo.
El edificio se derrumba por partes y se construye por partes constantemente, es una tarea perpetua, fundamental para su permanencia. Casi todos creen ya que nunca se llegará a una forma definitiva. Nadie sabe aún de que están hechos los cimientos ni siquiera se atreven a decir donde están estos… Hay un rumor que afirma la no existencia  de estos después de todo, para este rumor, no son necesarios.
Lo cierto es que si no he podido crearles una imagen ya del edificio solo puedo agregarles que es monumental. En esas analogías extrañas me atrevo a compararlo a la biblioteca descrita por  Borges, pero aquí no pululan los libros (creo), pululan las salas, los techos, los pisos, las paredes…
Es algo muy exquisito, incluso placentero ver como cae una pared; se siente en el aire cuando vas pasando cerca, te miras con otros y sabes que algo no marcha, o simplemente algo marcha, todos coinciden luego en mirar hacia la misma pared que, al sentirse observada, expide un poco de polvo, y parece querer sacudirse para bañarnos a nosotros en polvo, la consecuencia: se agrieta y cruje, la pared posee vida y chilla del dolor, algunos presurosamente, con todo tipo de material e instrumental de albañilería, corren hacia ella, son médicos de los edificios y de las salas… Hay algunas salas que disponen de su médico de cabecera, otras tienen su médico para las urgencias o, uno cama adentro como si se tratase de un esposo que la cuida día y noche. Pero vuelvo a esta pared donde los médicos corren a ella, donde la pared cruje fuerte y el médico que se dirige hacia su herida ve surgir otras, en su rostro aparece un gesto de desesperación, acaba de hacer el análisis y resulta que se trata de una ¡enfermedad terminal! No queda más remedio que mirar… El rol del espectador, la silla dispuesta para contemplar como la fisura transmuta en grieta y luego la grieta se expande, la pared le resiste y grita, unos pocos ladrillos caen primero, solo unos pocos, la lucha es grande y el proceso se  torna lento al principio; pero mientras más aumenta el conteo de los ladrillos caídos, más se debilita… Pierde la lucha, está condenada, lo sabe, no lo admite, es el ajetreo lo que produce cierta esperanza, pero la pared ve al médico ya desesperanzado que la mira desde la silla con los ojos chorreados y reconoce pues que no hay posibilidad, solo queda un camino, solo un camino… Se desmorona ante la lágrima, todos los trozos se desprenden al mismo tiempo para caer estruendosamente. Se asemeja su caída a una coreografía, la exactitud para el objetivo propuesto es primordial, un error significa un estruendo amortiguado, y hace la diferencia sobre el impacto producido en el espectador, en el éxtasis, el regocijo y en la mirada posterior a los escombros…

Por Serápiens 

8 de septiembre de 2012

Apariencias

Escena 1:
Sentado, sigue con los ojos las letras, amplía lentamente su inteligencia, su mente. Es tiempo de aprender dicen las ilusiones de letras esparcidas en el aire, pero hay un mundo fuera y él es consciente de su existencia, lo desea con cierto fervor, desea que esté a su alcance… Pero permanece sentado.

Escena 2:
Su cuerpo parece perpetuarse sobre la silla mientras en su cabeza estallan los revuelos, un planteo fundamental crece y crece en su mente, la espera de unos meses surge en pregunta, se repite en la atemporalidad tomando palabras y formas: ¿Podrá esperar 36 meses? El silencio se expande, es él ante las hojas cargadas de tinta; es él en el exterior de las hojas ocupando un espacio, un tiempo, soportando una carga, pesumbrosa carga; es él ante el mundo y él ante las hojas…
Doble dualidad, decisiones interceptadas de mutua implicación.

Escena 3:
La silla, el trono, ¡NO!... Sólo sabe que la silla no es el trono, tampoco es su vida, pero… ¿Cuál es su vida? Puede presentir que puerta está condenada ya a cerrarse o que existe la posibilidad a medias, pero se queda ahí sin traspasar la barrera. Dejar de ser él ante las hojas es recrudecer su “él ante el mundo”.
Quiere lanzar cada hoja, verlas volar por los aires hacia la infinita combinación de las cuatro direcciones pero las volvería a tomar, está seguro; arrodillarse delante de las hojas y agarrarlas una por una para luego ordenarlas no es una imagen agradable, es una bajeza insoportable incluso. No es tan valiente ni tan cobarde, esa cobardía consiente se asemeja a una especie de valentía…. Pero no hay cordura en la decisión, hay seguridad, hay estabilidad, hay una maldita maldición encerrada…

Escena 4:
Fuera el mundo se mueve, el ruido de los autos le hace recordar de ello, el ruido de la heladera dice que hay alguien trabajando en la empresa que distribuye la electricidad.
Dentro no hay mundo, no hay tiempo ni espacio, no parece verlo o no parece haberlo. La silla transmuta en una maquinaría de muerte, en silla eléctrica, en condena sin suplicio, en dolor y tortura.
-La salvación esta a un salto temporal o varios saltos-. Se consuela, consuelo de tontos quizás…

Escena 5:
No aguanta la presión, de él se levanta el alma, se dirige a la cocina lentamente, se escucha el ruido consiguiente del cajón, el mango del cuchillo, el cuchillo frio, el grito, el llanto…
Una voz en pena se pronuncia ante el hecho -Adiós alma, adiós-…

Escena 6:
Otra alma se levanta de su cuerpo, sale y camina, camina hacia el horizonte, lo busca con ansias de tocarlo… Jamás regresa.
La mismas voz -Adiós alma, adiós-….

Escena 7:
El cuerpo, el cuerpo postrado en la silla.
Las lágrimas, las lágrimas caen de su mejilla.
No hay ganadores, sólo existe la posibilidad de perdedores o la de perder una insignificante porción de vida… 36 meses se tatúa su mano, la boca lo pronuncia sin cesar y los ojos desean verlo hasta pulverizarse.
El cuerpo pierde libertad, condena a las almas…

Escena 8:
Almas, cuerpo: un convenio por hacer, no hay condena duradera, no existen, son efímeras… ¿Le esperarían 36 meses?
Pacto: dar vuelta el reloj de arena, al detenerse culminará la espera, caerá la silla o se marchitarán las flores…

Escena 9
Suspenso, indeterminación e incertidumbre controlan la situación…

Por Fernando Klap

27 de agosto de 2012

Lo que dicen los sueños


Una vereda es lo único que tengo delante de mí, hasta  que llegado el momento se corta y dobla, pero  yo no me apresto a doblar, quiero seguir la misma línea sin saber mi dirección. Debo cruzar la calle. Cuando el semáforo me da el visto bueno retomo la marcha, mientras cruzo veo un gitano de esos que leen la suerte, me apresuro a esquivarlo sin dejar de relojearlo. Me causa intriga cómo esas personas a través del ingenio logran convencer de que leen la suerte, o ven el futuro.
Alguien cerca de mí, un joven universitario, lleva una mochila sobre sus hombros, no es tan esquivo con el gitano -Me llamó la atención su aspecto, la mochila, su mirada y su forma de andar, parece altivo pero a su vez genera humildad- Oye al gitano decirle -¿Quieres que lea tu suerte? Claro, sería algo lindo de escuchar aunque no sea de quienes creen en ello. Aminoro el paso, por alguna razón esas palabras quedan resonando en mi mente.
Llego ya a la otra vereda, doblo a la derecha, ellos también doblan a la derecha, como sí siguiesen mis pasos –Qué conveniente- EL gitano hace sus predicciones, todas a medias, no arriesga nada y mantiene un nivel cauteloso. Termina sus oraciones con interrogaciones encubiertas para sacar datos que le sirvan y guiar la conversación a su conveniencia, él asiente y acota. Me rio cínicamente, son todos iguales, su profesión es ver a través de los ojos de las personas y buscar sus reflejos en ellos. No predicen, son artistas del desnudo, desnudan con sus interrogantes encubiertos y sus aciertos genéricos para luego vestirte, usando prendas que tu deseas. Ya te descubrieron… Ese es su arte: desnudar, descubrir y vestir. Mantengo la mueca sin parar la marcha y sin olvidarme de la conversación que se desarrolla tras de mí. El gitano va a lo laboral, le predice que su trabajo futuro rendirá frutos siempre que mantenga esa cautela con la que afronta su vida y luego acota que llegará a ser alguien si nunca se olvida de la humildad, advierte que el éxito será solo una mera máscara falsa sí sucumbe en ese olvido. Algunas reflexiones me sorprenden, me agarran desprevenido, pero luego quedo boquiabierto al escuchar las respuestas del joven. Hay sabiduría en esas dos almas, ahora deseo no haber esquivado al gitano, pero soy consciente de que rápidamente me hubiese desnudado como sé que ellos son conscientes del uso dado a sus sabidurías. El gitano también lleva a cuestas la carga de la experiencia dada por los años. Quizás si hubiese elegido otro rumbo habría llegado a la cima del éxito, pero debo admitir dos cosas, el éxito ese sería la máscara de la que previene al joven y  por otro lado el verdadero éxito ya lo alcanzó. Existen pocos hurgadores tan eficaces y pocas personas dispuestas al juego. El entra seguro de sí mismo y tan seguro está que se dispone a perder con el gitano
Existen razones ocultas o solo intentos y deseos de encontrar razones, podría buscarlas o solo decir: la ausencia de rumbo definido intercedió para que, a la cuadra siguiente, me apreste a cruzar nuevamente la misma calle. Me detendría aquí, pero más misterioso me resulta el hecho de que ellos también la cruzan, alguien desea que los escuche, ellos juegan pero capáz no sea entre ellos, yo sería su objetivo, pero no, lo descarto. Estoy en una situación de paranoia de la cual debo alejarme, prefiero creer en coincidencias a destinos prefijados, prefiero coincidencias como la que ahora acontece sobre mi derecha. ¿Desde cuándo esta ella ahí? Y de pronto acude un deja vu, ¡no! no es eso, es… Es un retroceso en el tiempo, también ella estaba allá, caminando por la otra vereda cuando crucé la calle, pero mi mente ajetreada no reparó en ese detalle. Ahora sólo después de mirarla directamente la veo, ella parece ausente o solo no presta atención en mí, vacilo antes de acercarme un poco más y saludarla. Un: ¿Qué haces por aquí? Queda suspendido en el aire, ella me mira y habla – Por alguna razón te odié y esquivé los encuentros, te odié cada vez que los sonidos propusieron ese encuentro, sólo en esos momentos corté los hilos para que no sucedan, pero te odié al no reconocer la esencia de esos encuentros.  Después comprendí, comprendí  aquello que se apresuraban en ocultar y aquello que ocultaban. Calló y en ese silencio recordé las palabras finales que el joven respondió al adivino “Ya sé estas cosas que tú dices, no vas más allá y en esas cartas que juegas te olvidas de algo, te olvidas que ya tengo decidida la carta que jugaré. Tengo la posesión de la carta que pretendo jugar, ves a través de mis ojos y sabes más de lo que has dicho, incluso tienes ya tu propia hilera de cartas dispuestas a entrar al juego para probar ganarle a la mía. Pero no pudiste ver dentro de mis ojos dos cosas: ésta jugada y que el jugador era consciente de poseer “ésta” carta. Eres un buen hurgador, un buen buscador, no hizo falta mirar tus ojos. Reconozco tu victoria en caso de seguir, pero ese último silencio del que te valiste fue una profundidad más allá de mis ojos y sabes que no puedes vestirme porque mi naturaleza es permanecer desnuda, sabes también que tu victoria no significa mi derrota, que hoy no se trata de ganar porque ya te es imposible desvelar la carta como un misterio caído del cielo o un acto de fe. Yo tengo mi carta y tú las tuyas, los dos resultamos ganadores, ambos hemos crecido, te irás sabiendo algo nuevo a la vez que me brindaste algo de ayuda, otro día encontrarás almas más perdidas que necesitan quien les haga de espejo, pero yo en este espejo ya me ví completo y tú viste mi carta” El gitano miró sus ojos y se fue agradecido, pero antes acotó “Ya dijiste todo, incluso arrebataste mis propias palabras, hasta pudiste ver el porqué de mi elección. Hace mucho que no tenía un encuentro fortuito y tan agradable como éste. No queda más que despedirme agradecido”. Después ambos marcharon hacia rumbos contrarios.

Por Serápiens

19 de agosto de 2012

No mira, no escucha, no habla

No mira,
no escucha,
no habla

Tiene ojos, no los usa
ve aunque no mira.
Tiene oídos, no los usa
oye pero no escucha.
Tiene boca, no la usa
gesticula cosas vacías, sin coherencia.

No mira la miseria,
no escucha gritos de justicia
y calla cuando algo mira,
y calla cuando algo escucha.

No grita ante el maltrato
no cuestiona, ni siquiera habla.
No mira, no escucha, no habla.
¡SILENCIO! Esta aislado
he dicho ¡SILENCIO!
dejadlo tranquilo.

No los escucha,
tampoco los mira,
menos les hablara.

¡Quiten esas imágenes!
Son innecesarias
¡Qué nadie se le acerque!
Con nadie hablaría.

No mira el mal,
no escucha a los inconformistas
no habla... ¡él! Quedado en la indiferencia
no mira, es su rutina,
no escucha, es su lema
no habla, es su ley primera

-¿Que paso allá?
¿Vos estuviste?
¿Fuiste testigo de la violación reiterada
a esos que le dicen derechos humanos?-
-¿Lo miraste?-
-No-
-¿Lo escuchaste?-
-¡No!-

No habla, calla
No cuestiona, calla
no levanta su voz, calla
esta oprimido
sin necesariamente estarlo
es un nadie, es un alguien
¡Qué importa ya!
Es un indiferente
no vive o parece que no vive
respira, si respira, pero... ¿Vive?
No escucha, no habla, no mira
¿Para qué vivir entonces?
Mudo, sordo y ciego sin serlo

Camina sobre el camino pautado,
camina sin esperar sorpresas,
camina sin sorprender a los demás,
camina donde todos han caminado,
sin mirar a los costados, hay muros inmensos,
sin escuchar, lo muros son de silencio,
sin hablar, todos van callados.
No mira, no escucha, no habla
no escucha, no mira, no habla
no habla, no mira, no escucha
no mira, no habla, no escucha
sin importar el ¡maldito! orden.

No escucha,
No mira,
No habla

Calla y calló ante las inclemencias,
quizás también callará,
es uno más sin diferencia en su ser
aunque parecen haberlo en la escala social
pero desde abajo hasta arriba
presentando todos esa misma manera de ser


Por Serápiens

12 de agosto de 2012

Oda a Localinda


Localinda, por ti escribiré mis versos y suspirará el viento, cantarán las plantas y bailarán sus hojas. Fueron días los que te busque, unos desencuentros no impidieron que luego surjan los encuentros. Nuestros alientos fueron primero, nuestros olores se mezclaron y nuestros cuerpos rozaron después… Almendras son las gotas de recuerdo que rellenan los bombones, el viento agitado se escucha con nostalgia, las calles están vacías a pesar de estar tan populosas, los murmullos son opacos… ¡Oh! Localinda, reina de las alondras y de las sirenas, ¿Dónde está ese mar que te vio nacer? ¿De qué comida te habrán alimentado para formar tan magnánimo carácter?...
Detrás de los arboles sueño con ver dos presencias olvidadas del correr de la arena y del devenir… ¿Habrá algo más preciado que esa tierna locura? Recuérdola en la soledad de los lagos, a través de los dibujos en la arena y el cantar del bandoneón, o en aquel puerto con ese vestido marrón. Recuerdo, entre mes, haber rumbeado puerto en puerto con mi guitarra y mis penas buscando esos ojos que reflejan mis imágenes, esos ojos que desnudan tu persona. O aquella noche de ensueños cual nunca supe si alcance a dormirme en los confines del paraíso, fuimos expulsados del edén por morder de esa manzana y recorrer aquellos poéticos paisajes… Allá en la noche donde el tacto opaco al sonido y el viento lejos llevo las imágenes, solo una presencia conjugada dejo en la escena. Después las aguas termales invadieron el espacio y desearon ahogarnos en el deseo.
¡Oh! Mi bella localinda, ¿Dónde estarás ahora que deseo que el recuerdo sea presente y el presente sea tangible?
Hablamos de plantas y verduras, en el fuego cocinamos todo y nos miramos sin cortar la distancia, a escondidas del cielo hubo una unión nuevamente pasajera, el cielo trajo las quejas de un bandoneón después, tomando fuerza esa melodía lejana para cocer aún más esas almas encontradas. Hoy, hoy es hoy, como mañana será ayer, el ayer que deseo, el ayer que anhelo, el recuerdo transmutado en presente, el señor de traje que nos guiña un ojo y la señora que lanza una breve carcajada.
Localinda de los sueños, localinda reina del presente


Juan Gregorio Rivas

25 de julio de 2012

Tratado sobre eso que llaman ética


La ética es una palabra compuesta por 1,2… 5 letras y lleva un tilde en la “e” muchas veces omitido por centenares de estudiantes y/o personas corpóreas a la hora de escribirlo. Aunque nos resulte extraños es imposible la omisión de dicho acento cuando pronunciamos la palabra en voz alta, en caso de omisión no sonaría para nada bien, imagínese que sea dicho como etíca o etica, obviamente habrá cierto ruido en esa pronunciación. Resulta llamativo que nadie sea capa de visualizar en el sonido el acento pero es mi deber informar que hay variaciones en la onda que se ve modificada cuando se trata de una “é” o una “e”.
 Dicho todo esto, lo cual me servirá de pie, pretendo empezar mis clases sobre los colores donde procederé con suprema paciencia y tratando de ser lo más cauteloso posible.  De esta manera garantizaremos seguir firmemente los principios de la ética respetando el libre albedrio del color, su libertad a mezclarse, sus derechos adquiridos y la manutención de los mismos. Por lo expuesto deberemos respetar al rojo cuando se niega a cambiar parte de su personalidad, al convertirse en violeta, luego de mezclarse con el azul. Claro que deberemos calmar al azul ya que este se encuentra impaciente por perpetuar tal transformación. En cambio observamos mucho más viable la producción de naranja porque tanto Don Rojo como la señorita Amarilla así lo desean. Don Blanco suele mezclarse con Don Negro para crear una diversa escala de grises. Ruego también tener el máximo cuidado: una mezcla mal hecha puede dar nacimiento a un color sin vida, incluso el derrame de colores es capaz de producir un monstruo pero, una unión de franjas de colores puede hacer uno de esos locos arcoíris.
Pero esto que llamamos ética no solo la vemos presente en la formación de colores, sí préstamos atención en nuestra vida diaria la encontraremos aplicada en un sinnúmero de actividades cotidianas.
Incluso para impresión y asombro de muchos, en el juego de ajedrez donde tomamos tantas decisiones que resultan ser importantes, pueden ser estas regidas por la ética. Aunque generalmente el jugador hace caso omiso de ella, usa y se vale de diferentes medios para olvidarse de su existencia, hasta llega a rechazar sus propuestas e incluso despreciarla… Puede darse el caso que el jugador regido por la más absoluta y estricta de las éticas se meta en dicho juego y, sin contaminarse, gane la partida. Pero en caso de que se de este hecho, el jugador supuesto deberá tener el más absoluto cuidado dada la existencia de miles de jugadores que aborrecerán la ética y estarán dispuestos a presentar las más extrañas batallas ajedrecísticas para refutar esa maldita ética y posteriormente desterrarla. Incluso puede pasar que todos estos jugadores, de alguna forma meramente extraña, que escapa a mis ojos, realicen una unión mágica donde todos ellos jueguen la partida dentro de un solo sujeto corpóreo. Es este el caso más complicado en los posteriores análisis: un simple partido de ajedrez…

Juan Gregorio Rivas

21 de julio de 2012

Ella calló


Ella calló,
no vio en mi rostro el semblante de sinceridad,
no vio el corazón en las palabras hechas sonido,
ni el árbol de la esquina regalando manzana
a quien las quiera.
Ella calló,
necesitaba hacerlo después de aquellas palabras,
sus ojos, con ellas, se cerraron,
su respiración aminoro tan bruscamente
que ya parecía no inhalar, ni tampoco exhalar.

Ella callo,
ya no escuchó a los niños jugar en aquella plaza,
cuadras atrás.
Su corazón tanto frenó su pulso
que aparentó estar paralizado.
Ella calló,
la sangre dejó de circular.
No calló un instante efímero,
lo hizo por un instante eterno…
Fue la última vez que calló

Por Serápiens

18 de julio de 2012

Extracto



¿Quién eres? ¿De dónde has salido? ¿Cómo se envían las palabras en ausencia de los espacios? Dejaré a mi cuerpo en la incertidumbre sin más que esperar un poco. Me veo en esa necesidad de correr sobre los relojes, de escalar altas montañas de arena antes que ella desvanezca. ¿Dónde estoy? Ya casi no recuerdo aquellas paredes blancas carcomidas por el paso del tiempo en donde un día fui encerrado, pero después dijeron –te liberaremos- luego me arrojan sobre las baldosas de la vereda, un golpe en seco se escuchó sobre aquella noche lluviosa, un hilo de rojo de pintura resbalo de mi mejilla. Mis ojos desorbitados, incrédulos ante el panorama del derredor… Jamás me preguntaron si deseaba salir como tampoco existió aquella donde el motivo sea el deseo de entrar. ¿Quiénes creen ser ellos?, y sus vestidos blancos ¿Qué autoridad les confiere? Siempre  creí ser libre hasta que me privaron de la libertad, la oscuridad quiso hacer lo suyo. Cuándo me habitué a esconderme en las esquinas del diminuto cuarto y dejé de esperar me creyeron cuerdo. Cuándo solo encontré la rutina como medio de subsistencia y no quedo otra salida que adherirme a ella me creyeron cuerdo. Cuando me apacigüe y deje de preguntar me creyeron cuerdo.

¡MALDITOS LOCOS!
Malditos, quisieron robarme el horizonte y cuando me creyeron cansados de tanto trajinar me lanzaron de bruces contra la pared. Sumiso me vi ante tanta gente y me sentí peor que el más insignificante de todos los seres, al querer ver perdí el rumbo y perdí mi preciada cordura. El mundo me avasallaba y yo lo deje hacerlo.
Me liberaron aquellos locos cuando creyeron que deje de ser un delirante y realmente les creí. Creí que ellos tenían la razón, ya no deseaba aquella libertad que se tornó insignificante. Libertad tan preciada en antaño, lo vale aún aunque no tenga palabras para enviar en el espacio donde no hay objetos físicos que interrumpan mi paso.

¿Qué loco no se adapta en esta época?
Lograron que me adapte a fuerza de frijoles. Cada vez que me quejaba recibía un menjunje de alimento pero si veían que daba un paso adelante en el proceso recibía chocolate como recompensa. Chocolate que luego comía con más amargura que cualquier otro alimento.

Ellos me enseñaron a maldecir… Malditos locos de blanco que se creen en autoridad.

Estoy  perdido pero con mapa en mano, estoy perdido en tiempo determinado. Quiero gritarle a mis propios oídos, deseo sacar sonidos de mis labios pero me es imposible mantenerme sobre los pies. Muchos pasados sobrevienen sobre mí y pocos futuros se vislumbran delante.
¿Dónde quedo mi locura?


Juan Gregorio Rivas

14 de julio de 2012

Invasiones



“Tengo que dejar que me invada” - Pensó abruptamente mientras perdía su estado somnoliento. Miró a los costados, no había nada ni nadie en la habitación.“¿Qué me invada quién?” Escuchó repetir al eco y sin entender nada caminó hacia el espejo, no se sorprendió al no ver su rostro reflejado, tal vez no halló importancia en ese detalle -una persona sin imagen, nada fuera de lo común-… 
Sólo pocos pensamientos le atormentaban cuando dejó caer unos papeles, tropezando en un parpadeo de ojos contra una silla mal ubicada -Subjetivamente mal ubicada- Podrían ser sus reacciones, aún dormidas, quienes olvidaran la existencia de esa silla en aquel lugar.
Respiró lento  y repitió esa actividad, de nuevo escuchó decir al eco “¿Qué me invada quién?”... Lo escuchó cinco veces y la última llegaba ya en tono de desesperación.
Si hubiese visto las agujas del reloj, le estarían marcando las tres, más bien, las 4 am. Pero qué le importa a él lo que diga el reloj.
Afuera una luna en el cielo que no ilumina a nadie. Hace frio y todos están guardados en sus hogares, las voces del relator por momentos se confunden con las del personaje, mientras él se abriga -¿Quién?- para salir a un café cercano que debe estar abierto. Se escuchan los crujidos de la puerta y luego un golpe en seco, un par de cuadras abajo está ese pequeño barcete. Es un lugar sacado de los suburbios que recuerda a los escondrijos, pasos lentos transportarían a cualquiera adentro del bar. El mozo se apresura en atender para luego traer un café a mis manos que deseaban sentir el calor de la taza.

Jose de la Tierra

12 de julio de 2012

lejanías


-Apaga la luz, apaga la luz- le gritó antes de que salga corriendo, pero no hubo respuesta en el aire, no hubo rasgos de oscuridad en  aquel paisaje, solo ese pedido que quedó olvidado ante la inacción. Alguien que quizás le grito al viento, que quizás corrió creyendo ilusiones, creando hechos ficticios. Tal vez fue la mera impresión de creerse acompañado la que lo llevo a gritar.
Luego corrió, corrió sin rumbo pero con sentido o absolutamente al revés.

Por Serápiens

8 de julio de 2012

Paren, paren ya...


Una vez más las cosas dejaron de oírse
¿Por qué la maldita manía de decir los nombres de lo que acontece?
No quiero escuchar sus voces,
solo quiero que el silencio las aplaque.
No pretendo ver lo que no me corresponde,
prefiero entregarme a la incertidumbre
¡Cállense! ¡Cállense! ¡Cállense!
Que de nuevo enloqueceré
¡Ahhhhhhhhh!
No quiero sus despojos,
no me despojen de la ropa
quédense con estos trapos.
¡Griten! ¡Griten! ¡Griten!
¡NOOO!, no quiero que sus voces se escuchen
ni yo las quiero escuchar.
¡NOOO!, no quiero sus ojos mirar,
ni que los suyos vean mis lágrimas,
les ruego, no me vean llorar,
esperen que se seque el lagrimal
¡Paren! ¡PAREN! Por favor,
No me obliguen a clamar
 ¡Paren! ¡PAREN! Por favor,
solo un poco, no se hagan rogar.
¿No ven que romperán varios cerebros?
no taladren mi cabeza
unos pocos hoyos la dejarán saturada.
Voy a explotar…
Podría enloquecer ahora
¡JA!
No les daré la oportunidad
y menos a aquella locura,
que me espera,
 allá a lo lejos está
con colores impregnando un bastón
¡STOP!
Grito ante ustedes.
Paren que me volveré cuerdo,
me “acuerdesaré”.
No le den cuerda a mi reloj,
¡Paren! ¡Paren! ¡Paren!
sus voces no quiero escuchar,
menos sus ideas fumar.
Ni siquiera quiero mirarlos
¡AHHHHH! No quiero seguir esquivando palabras,
ni siquiera deseo los círculos sin salida.
¡Stop! ¡Griten! ¡Paren, por favor!
¡Griten! Griten bien fuerte,
que no los quiero escuchar.
Calmarme, debo calmarme,
¿Dónde está la pastilla que me receto el doctor?
Ya no la encuentro,
ya no la encuentro,
así volveré a enloquecer.
Pero… ¿De dónde proviene esta calma?
¿Acaso se calmaron los gritos
o el vaso ese, que está vacio, me está dando una indicación?
Mejor no pregunto tanto,
quién más pregunta se torna tanto más cuerdo.
Mejor me tomo el palo
para luego subirme al delirio
que se me acaba el círculo
obligándome a dejar esto cerrado

Por Juan Gregorio Rivas

6 de julio de 2012

Sanguijuelas


Repudio a aquellas personas macabras que solo viven del daño ajeno.
Sanguijuelas del dolor, mortíferas con las alegrías.
Bronca solo brota de mis ser al creer que ellas se regocijan a partir de las llagas en piel ajena.
Son malditos títeres capaces de vivir del auto-flagelo.
Esquivo soy ante esa peste
y me repugna el hedor de sus heces
Aunque algunas míseras almas solo dañan a partir de su inconsciente,
sin desear causar aquellas tormentas putrefactas sobre las cabezas y los cuerpos que pululan en sus entornos.
Esos imbéciles no merecen mi rencor, pero si un pedazo de mi ira
obsecuentes de sus actos, débiles que no pueden maniobrar sus viles actos.
Deseo que mis pupilas no deban esforzarse en ver esas gentes,
y que solo a cientos de metros estén de mi presencia.
 Ambos tipos de ¿Personas? No son capaces de sentir la mierda del remordimiento.
Ese vil que solo acecha al bueno y al buenudo.
Bronca brotan en mí aquellos, bronca al verme sometido en mis propios remordimientos
¿Qué más quisiera yo que poder atropellar al mundo con pesadas maquinas?
Pero me toca ser el mísero culpable que siente remordimiento cuando se apuñala un unicornio, a un rico e incluso más cuando se trata de un pérfido ladrón.
¿Qué más quisiera yo que destruir al mundo repleto de imberbes, ratas, alacranes y lacras?
Pero debo soportar el peso infernal de la culpa.
No soy capaz de soportarme por ellos y hasta que no esté hediondo de tanta mierda, no seré yo

Por Frank Volstok

1 de julio de 2012

Sombras en el desierto


Ya no está, se fue apenas sobrevino la noche, cuando otras sombras ocultaron su sombra. Llegué tarde a buscarla mientras otras sombras, cuales trate de quitarlas con mis manos, envolvían mi cuerpo. Era tarde para el pasado, aquí recién se forjó el futuro sin permitir modificación alguna.
"Llegaste tarde" gritaba el eco encapsulado en una voz de mujer, "llegaste tarde" repetía otra voz, furiosa y masculina. Ni siquiera se veían los pasos en el suelo, el silencio ocultaba las voces pretéritas, la oscuridad las voces futuras.
Pequeño pozo el que cayó al encontrarse sin vista, sus gritos apagados por la profundidad, y sus sollozos ni siquiera importan. No solo cayó en el pozo, sino que el pozo calló sus voces. Y ni siquiera sabemos quién cayó, si seré yo, ella, él, vos o alguien.
Pero, que importa responder aquella duda, si en este paraje lejano ya no queda rastro del rastro y debo hablarme solo para saber si sigo existiendo.

Por Serápiens

24 de junio de 2012

Carta al viento


                Posiblemente una carta es uno de esos adornos preciados que pueden acompañar un regalo. El eterno drama se presenta en que, a pesar de que me apasiona escribir cartas, a mi mente viene aquella terrible duda que se dedica a carcomerla hasta que no queda más materia gris disponible, aquella duda de si quien la recibe (en este caso una damisela) le gustara.
                Te escribo desde los “allás” mientras otras voces pululan el ambiente, yo me distragido entre estas palabras. Miro de reojo el pizarrón del tiempo, veo como los acontecimientos se distraen entre los números… Pero todo sin quitarle los ojos a este pedazo de papel, o al menos uno, es de mí placer entregarme al juego de las palabras y amontonar letras y letras para crear aunque sea una forma.
                Creo que nunca le pregunte sobre si soñaba volar alto o si deseaba tener un pedacito de nube en el bolsillo, cosas muy importante a tener en cuenta en un futuro demasiado indefinido. Quizás sea este el momento indicado para preguntarle, o quizás me equivoque feo, pero ya no lo deshago, los nudos son difíciles de deshacer y pero los enredos que habré de evitar… ¿Te ves creando alas de papel para poder volar con sumo cuidado, o prefieres un poco de nube blanca en el bolsillo izquierdo que de vez en vez se ponga toda gris y haga llover al bolsillo? Ten cuidado que los papeles son frágiles y si mezclas papeles con nubes de seguro saldrán estropeados…
                … Mira, mira allá, en la montaña, esa cima que pide ser escalada, ve hacia ella, cierra los ojos y escucha estas palabras que tomarán sonido: Solo haz de llevar un pequeña mochila y adentro pondrás mucho, mucho asombro para que no falte porque no puede nunca faltar, también asegúrate de cargar endorfinas, principalmente las verdes y las naranjas, no te olvides de las exclamaciones para poder de alguna manera expresar los asombros y para que se manifiesten las endorfinas. Luego, ya con la mochila al hombro prueba tomar la vía principal pero cada vez que puedas debes de desviarte de esa vía, sobre todo para cuando haga algo que provoque el abrir la mochila. Realiza tu propio camino, corre cual loca, cuesta arriba (sobre todo), salta y vuelta, o vuela y salta, la montaña es paciente y espera por ti, espera ella que la escales, la descubras, espera poder mostrarte sus lagos escondidos, sus más hermosos paisajes. Quiere la montaña que te subas a su cima, quiere que te sientas la “ama del mundo”,  y te pares sobre la más alta piedra y veas el enorme precipicio.
                Felicidades, subiste al Aconcagua, aunque probablemente no tienes ni siquiera la mísera presencia de frio y para agregar absurdo al absurdo te encuentras desabrigada, a pesar de tanta nieve. Eso es lo hermoso de la imaginación, que nunca se debe perder, hay que guardarla con cuidado en lugar fácilmente accesible; vas creando imágenes y las vas viviendo, hasta tal punto que de seguro nunca te imaginaste la nieve (ni el blanco) y menos el Aconcagua, quizás ni siquiera se te ocurrió imaginar una montaña “de carne y hueso”, podría solo ser todo pura imaginación pero eso no importa… no importa porque las sensaciones… las sensaciones tienen la fuerza de haber sido vividas. Tú subiste a la montaña, ya nadie será capaz de quitarte de la piel tal sensación, recordándome esto a Don Saramago que, de seguro, ahora lo disfrutare un poco más… Un día empecé a leer un libro de él y por razón inexplicable después lo deje de leer, siendo el 2do libro que empecé a leer y después no lo retome (aunque el de Kafka aproveche este último verano último para devorarlo (sabían ricas las hojas pero no hizo falta comerlas para saberlo)). Ese libro, el de Saramago, recuerdo las primeras hojas donde hablaba de los niños de hoy, hablaba de que liberan mundos, construyen grandes ciudades, son erigidos héroes, reyes, etcétera de las etcéteras. Pero para agregarle, todo ocurre en la mente externa (fuera de uno), en las grandes maquinas de crear virtualidades… Saramago va más allá, hace un contraste con su niñez, con sus recuerdos, cuando subía una higuera y usando su propia imaginación para crear la trama, el pullover y la bufanda; para luego, allá arriba, sentirse “amo del mundo” por tamaña hazaña.
                Así, igual que vos en lo alto del Aconcagua mientras permaneces muda, con los brazos extendidos y la cabeza dirigida hacia ese cielo tan cercano ahora. Con tus ojos cerrados para sentir el viento, para escuchar su sonido sereno y tú cabello dejando al viento que lo mueva suavemente. Con los ojos cerrados para escuchar la montaña, ella te susurra y la escuchas con atención porque son pocos quienes poseen tal privilegió… Quedas muda, quedas ciega, solo escuchas, solo sientes, la montaña habla por largo tiempo, habla con pausas, habla con metáfora, hasta que inesperadamente  te invita a abrir los ojos y sorprendida me ves a mí, estoy detrás de ti esperándote, esperándote junto a un globo aerostático. Te acerco mi mano y te invito a subir al globo con la ayuda de una pequeña escalera.
                Es deseo del escritor que en este preciso instante se reproduzca el tema “desde el alma”, si es posible la versión de Pugliese ya que, por más empeño que le puse, no logre tejer las notas musicales sobre la hoja.
                Estamos ya arriba, volando los cielos, surcando los aires, manejo el globo y tú miras encantada, me pides el mando, como es sencillo y, además, eres una buena aprendiz fue una explicación breve. Tomas el mando y lo elevas entre las nubes, yo mientras voy hacia una tela tumultuosa ubicada en una esquina, esconde algo y no habías puesto tu mirada antes en ella. Ese algo es un aparato… Pero ahora, antes de proseguir, debo pedirle de ante mano, sin saber cual son las dimensiones al globo dadas, que lo agrande, hasta donde su imaginación le alcance… Oprimo un botón que no se queja, para tu sorpresa empieza a reproducirse un bello vals ideal para estas alturas, me acerco a ti y susurrando le pido que me conceda esta pieza, entusiasmada aceptas, nos abrazamos solo para sentir como la música toca nuestras almas y dibujamos en el suelo al no poder contener nuestras sensaciones, estamos poseídos por un algo que lo produce la música, la magia atrevida ha dicho ya presente, y tu forma de bailar me hace temer no estar a la altura de las circunstancias, pero tan pronto como llego este temor se desvaneció  y despejada nuevamente mi mente, con el sol en el horizonte, me entregue a la música y nos adentramos en ochos, sacadas, saltos y ganchos en lo alto del cielo.
                ¡Hay!, ¿qué será de mí, si vengo con ganas de escribirle pero no hay ideas en el cajón donde las busco? Todo desordenado ha quedado ya y, en mi desesperación, me he encargado de no dejar nada en pie, quizás mis ojos buscaron ciegos y ahora, que los abro, ya no están, esas malditas ya no están y pierdo la paciencia mientras asomo mí cabeza por la ventana para ver aquellos arcoíris que aún no desvanecen. Qué lindo seria poder terminar de escribir y que el viento se lleve la carta para entregarla a destino, que envidia hace darme en este momento el señor Juan Gregorio Rivas, yo le di parte de mí en tanas charlas, pero esa locura tan magnífica él se niega a cedérmela. Uno les da vida y ni siquiera una pequeña pizca, aunque sea insignificante (no, insignificante no) te devuelven. Me encantaría hacer como Cortázar cuando jugaba con la Maga a perderse y encontrarse, en ese bosque de casas, en esos barrios de parís… ¿Por qué París solamente?, en Cuzco, Roma, la Habana, Córdoba…
                Volcar dos gramos de incoherencia, es algo tremendamente difícil para mi mente… Ni hablar de cinco. Como me gustaría en este preciso instante señorita, acercarme a su casa y crear un camino con migas de pan; para que, si se apura, las vaya siguiendo rodeada de pajaritos y de pajarracos. Un camino de migas, junto a un camino de ilusiones y yo la esperare, debajo de un árbol, con un par de mates y un linda sonrisa. Pero apúrate, apúrate por favor, que este paisaje se derrite y todo va a parar a una  taza de café, y quien sabe que gigante se tomará de un sorbo esa taza de café, recién hecho, con cuatro de azúcar y cuatro más grandes de ilusiones.
                Ahora siento mi mente frenada, como si hubiese visto inconscientemente un cartel de Stop (pare), creo que este portaminas ya se canso de escribir y además lo imagino murmurándole al papel, en una conspiración en contra mío. Mejor me pongo paranoico y abandono momentáneamente la escritura.
                Volví, pero volví para despedirme, porque me canse que estos dos conspiren y se nieguen a sacar palabras, cuales puedan ayudarme. Tras mi retirada sobrevendrá un pequeño olvido, hasta que sus ojos vuelvan a dar vida a estas palabras. Me despido creyendo haber dejado alguna sonrisa tras de mí, alguna lluvia de endorfinas y quizás alguito más… Adiós, adiós…

Por Serápiens

20 de junio de 2012

Bodrio


Siento el silencio golpeando la puerta,
siento la calma invadiendo mi cuerpo
y yo sereno la espero
harto ya,
harto de los vaivenes,
de las prisas y los desordenes
quiero sumergirme en piletas aisladas
en profundidades lejanas
que me alejen del sonido,
mirar mi cuerpo desnudo sin sentir ni una mísera pizca de pudor,
ver otros ojos, ver otros mundos.
Quiero caer para levantarme
o levantarme sin necesidad de caer.
Gritos sordos perdidos en el infinito,
gritos vacios que llenan los espacios
salto de un trampolín sin pileta,
de un precipicio sin precipicio
quiero salir de la tierra
y ser parte de ella,
adquirir alas
y conjuntamente también utopías.
Quiero sentir sin dejar de pensar,
pensar sin abandonarme a los sentimientos.
Quiero una lupa para disfrutar los detalles,
quiero una que todo lo vea.
No quiero llagas en la piel,
ni que se tiñan de rojo los pañuelos.
No quiero paraguas en lluvias de esperanza
ni dejar de caminar
quiero silencio, quiero abrirle la puerta,
deseo abandonarme a él
 y, en medio de tanta música, poder bailarlo.
 Quiero ahogarme en aguas profundas,
 ahogarme de bellas sonrisas,
no pretendo caer en la inclemencia
ni arrodillarme ante el ruego,
no pretendo buscar coherencia
ni desear la incoherencia.
Solo es grafito en papel,
solo es mezcla de materiales
y nosotros buscamos lógicas,
debatimos en esferas contrarias
sin ponernos de acuerdo,
uno habla de azul
y otro intenta imponer su amarrillo
¿No habrá verde donde se mezclen?
es capaz de preguntarse un iluso,
es capaz de preguntarse un loco,
un loco mezclado con delirantes,
delirantes que nunca se arrodillan,
que se mantienen de pie frente al horizonte.
Imágenes borrosas que aparecen
para luego volver a desaparecer
como instantes prófugas que huyen,
que al ser descubiertas huyen.
Fotografías que se desvanecen ante la mirada
o materiales degradados por el tiempo
es una perdida, pero no se sabe cuál fue la pérdida
es una pérfida que no se contenta.
No hay matices para encontrar,
no hay lápices que dejen de escribir,
no hay mundos que les sea imposible existir,
solo hay tragedia, solo hay comedia
no hay un único vivir,
ni siquiera un existir,
solo hay construcciones para destruir
y construcciones para levantar.

13 de junio de 2012

En la esquina


Clothilde – No le había dicho ya. Vio la que hizo la Susana, ya le había dicho doña Mercedees que me traía sensaciones extrañas, que en cualquier momento ¡esa! se mandaba una.
Mercedes – Ya no se sabe ni que esperar de la gente, mire ahí viene Rosa, preguntemos haber que piensa ella.
Clothilde - ¿Cómo le va?, ¿se entero lo de la Susana?, ¿Sabe la que hizo?
Rosa – Parecía tan santita la chica, pero de quien más santo parece más  hay que desconfiar. Ayer la vi con el Pedro caminando de la mano, pero no se me cruzo pensar en el Adolfo.
Clothilde – Pero que mosquita muerta, pobre Adolfo, el trabajando y trabajando mientras esa ingrata se la pasa de la mano con el Pedro…
Mercedes – ¿Crees que es para tanto?, vaya uno a saber que habrá hecho el Adolfo.
Rosa – Trabajar, que va ha hacer, trabajar para que el Pedro se divierta... ¡Qué desagradecida!
Mercedes – Igual figúrese que el Adolfo cara de santo nunca tuvo, más bien tiene la de un santurrón.
Clothilde – Es que son solo deslices como el que tuvo con Celeste, una noche con un par de tragos más y bueno, cayó sin quererlo... Sí me lo dijeron el otro día. Imagínese usted trabaja y para colmo esta Susana se las trae mal.
Rosa - ¿Limpia por lo menos o es de esas quienes se creen las superadas y pretenden que venga y lo haga otro?
Clothilde – Pero que va a limpiar esa chirusa, dice que se va todos los días al trabajo pero esta “deschavada”  incumple con su deber.
Mercedes – Alguna vez yo soñé con trabajar, independizarme un poco mi marido no me dejó. ¡Qué desgraciada!, ¡¡¡Que desgraciada!!!...
Clothilde – Claro que el Arnolfo no la va a dejar, si no te corresponde, después... Una se transforma como la Susana después. Mire a aquella otra, la Margarita que ni bien se estableció en el trabajo se separo, pobre el Juan que quedo destruido. Menos mal para él que encontró rápido consuelo, en cambio la Margarita todavía está sola.... Si se lo tiene merecido.
Rosa – Otra con cara de santita, aunque dicen que Juan la engañaba.
Clothilde – Y seguro, esa no hacía nada para que el otro no desvíe sus ojos, se lo debe de haber tenido merecido también.
Mercedes – Yo escuche un par de gritos una vez que pasaba cerca de lo de la Susana, parece que no andan bien las cosas
Clothilde – Claro que no van a andar bien y el pobre Adolfo pone todo para poder rectificarlas.
Mercedes – Pero por los gritos parece que era el Adolfo el problema, ella lloraba y para colmo sentí que hubo algo más.
Rosa – Si, desde mi casa se sintieron gritos y luego un silencio que no se presentía nada bueno.
Clothilede – Algo habrá hecho esa chirusa, algo habrá hecho y el Adolfo tiene que mostrar su hombría, hacerse valer.
Mercedes – Pero la Susana lloraba, se nota que algo tremendo paso, yo no me quiero meter pero para mí hay que ayudarla.
Rosa – Deja las cosas así como están, los problemas son de ellos.
Clothilde – Además la Susana se los merece....
Rosa – Ya vio Clothilde como en todo matrimonio, al año empiezan las peleas y los reclamos, pero una debe aguantarlo... Hace un año que la Susana y el Adolfo vienen subiendo de tono sus discusiones, yo le digo porque mi jardín linda con el jardín de ellos, y por más que yo no lo desee se escucha todo.
Clothilede – Arriesgo mi reputación a que fue la Susana quien, desde hace una semana quiere separarse, ya la ve tan rápida con el Pedro.
Rosa – Le puedo asegurar que fue así,  pobre Adolfo, quedo tan triste ante la partida de la Susana, e imagínese que pasará si se entera de las andanzas de es chirusa...
Mercedes – Yo a la Susana la entiendo, con un marido de esos, y que vive para el trabajo... Yo la entiendo.
Rosa – Pero que se joda por haber elegido mal. Cada una ha de estar atada al clavo que elige...
Clothilde – Claro, y cuando una tiene mal ojo deberá llevarlo a cuestas. Yo por suerte lo tengo al Aurelio, no me trajo ningún problema.
Mercedes – Y, ¿Están seguritas que la Susana anda de cruces con el Pedro?, creía yo que eran amigos de la infancia y que nunca soporto al Adolfo...
Rosa -  Yo la vi de la mano, para mí que siempre hubo algo, pero recién ahora andan de la mano. Yo la vi de la mano...
Clothilde – Ante tanta amistad puede que no se controlen y zas... Pobre Pedro, para mí que la Susana debe haber planeado todo... Eso le pasa por ser buenudo...

9 de junio de 2012

Dialogo II


Dice el flaco -La cosa es así, surgió de una necesidad de gritar sin ser identificado, pero no podíamos quedarnos ahí, faltaba algo, necesitábamos gritar. ¡Si! Gritar hasta saturar los oídos de verdades, gritar aunque significase quedar afónico. Surgió de una necesidad continúa de gritar y cada vez más alto, a riesgo de ser identificados-.
-La cosa es así- Dice el flaco -No hay vueltas para darle, debíamos hacerlo, pararnos en las esquinas, o en cualquier plaza, en la peatonal, pararnos en cualquier lado. Era la única forma o tal vez la única encontrada en el momento que nos planteamos esto, después de todo de seguro habrán posibilidades diferentes-
-¿Y para qué gritar si son pocos y aislados?
-¿Y para qué vivir? Nos quedará decir entonces. Seremos pocos, quizás cada vez menos, pero el eco de cada grito permanece en el aire, cada dos por tres el viento trae los gritos de aquellas gargantas afónicas-
-¿Y no temes el silencio? ¿El acostumbrarse?
-Temo el olvido, el quedarse quieto, al silencio no, aunque en caso de que encierre el olvido será un villano vil al cual deberemos romper con gritos y más gritos.

5 de junio de 2012

Palabras...


Y se desvanecieron las palabras en el papel, ellas cargadas de significados y sentires no supieron llegar a la mano que las precisaba.
Las malditas palabras no sufrieron efecto alguno allá, merecían perecer y merecían morir, merecían eso y mucho más.
Desterradas quedaron ellas de la memoria y las memorias. ¿Dónde quedo su compás?, ¿Cuándo perdieron el ritmo?,
ya no merecían ser llamadas palabras y se hundieron en el abismo...
mezcladas en el todo se juntaron con la podredumbre.
¡Vaya!, ¿Qué plan tienen ahora que creen poseer la mansedumbre?

Maldito aquel día en que el fuego devoró el papel y la tinta desapareció entre sus cenizas.
Se borra lo escrito en el mundo y...
Nadie fue capaz de detenerlo al grito sereno de -¡Detenedlo!.
Nadie es capaz de afrontarlo al grito sonoro de -¡Afrontadlo!.
Pero nadie, siquiera, será capaz de mirar al unisono grito sonoro de -¡Miradlo!-
¡Hay, que tristeza se vislumbra en los ojos de aquel delirante!.
Que pequeña gota salina solitaria al suelo cae para solo decir presente.
Y esa epopeya griega, que no fue, se acabo en la palabra extinta.
Ya nunca los destinos serán cruzados de forma tan incorrecta, y la palabra, ¡La bendita palabra indicada!, renacerá con el ímpetu de la gloria.
Y esa bendita palabra esta vez llegará a las manos indicadas brotando sus alegrías.

1 de junio de 2012

El grito


-Hubo un grito, ¿Donde?. En aquella dirección, ¿Lo escuchaste?. No, creo que no, ¿Estas seguro de que escuchaste un grito?. Tal vez si, lo sentí cerca, casi pareciera estar cercano y sin embargo el sonido era lejano, estoy seguro que hubo un grito, pero... Yo no escuche nada, ¿Cómo puedes estar seguro si aquí somos dos y, cada uno esta del lado opuesto?. Qué no lo hayas escuchado no necesariamente debe ser una oposición, pero si resta posibilidad al significar ausencia. Bueno, pero ahí vemos una oposición, yo digo ausencia y tu, presencia. Si, debo reconocer que desde esa óptica la hay, ¡Diablos!, ahora te di el argumento indicado, pero el grito pudo haber estado siempre y sin embargo no lo escuchamos, o lo escuchamos diferido, o solo uno lo escucha y este era... era un grito diferente, un grito interno y externo. ¿Qué quieres decir?, ¿Qué, no hubo portador?. Parece que a pesar de todo algo de claridad sale de mi, ese “grito” es algo ahí, en el aire, que puede desvanecerse, algo presente preparado para interrumpir algún oído, pero no cualquier oído... ¿Cómo dices?, ¿A qué te refieres con “no cualquier oído”?. A que el oído debe estar dispuesto a escucharlo, podemos oír pero a veces nos hace falta escuchar y, cuando estamos dispuesto a lo segundo no podemos sorprender, incluso, de nuestras propias palabras... pero ese grito viene y no viene al caso, es un grito para ser escuchado, es un pedido, hasta podría decir un ruego y yo se que quiere, me quiere a mí, junto a otros que pudieron escucharlo, por lo pronto iré a su encuentro, pero antes... antes deja que te diga algo. ¿Qué?. Entrena tu oído que halla te esperare.-Hubo un grito, ¿Donde?. En aquella dirección, ¿Lo escuchaste?. No, creo que no, ¿Estas seguro de que escuchaste un grito?. Tal vez si, lo sentí cerca, casi pareciera estar cercano y sin embargo el sonido era lejano, estoy seguro que hubo un grito, pero... Yo no escuche nada, ¿Cómo puedes estar seguro si aquí somos dos y, cada uno esta del lado opuesto?. Qué no lo hayas escuchado no necesariamente debe ser una oposición, pero si resta posibilidad al significar ausencia. Bueno, pero ahí vemos una oposición, yo digo ausencia y tu, presencia. Si, debo reconocer que desde esa óptica la hay, ¡Diablos!, ahora te di el argumento indicado, pero el grito pudo haber estado siempre y sin embargo no lo escuchamos, o lo escuchamos diferido, o solo uno lo escucha y este era... era un grito diferente, un grito interno y externo. ¿Qué quieres decir?, ¿Qué, no hubo portador?. Parece que a pesar de todo algo de claridad sale de mi, ese “grito” es algo ahí, en el aire, que puede desvanecerse, algo presente preparado para interrumpir algún oído, pero no cualquier oído... ¿Cómo dices?, ¿A qué te refieres con “no cualquier oído”?. A que el oído debe estar dispuesto a escucharlo, podemos oír pero a veces nos hace falta escuchar y, cuando estamos dispuesto a lo segundo no podemos sorprender, incluso, de nuestras propias palabras... pero ese grito viene y no viene al caso, es un grito para ser escuchado, es un pedido, hasta podría decir un ruego y yo se que quiere, me quiere a mí, junto a otros que pudieron escucharlo, por lo pronto iré a su encuentro, pero antes... antes deja que te diga algo. ¿Qué?. Entrena tu oído que allá te esperare.

27 de mayo de 2012

Segunda carta para Amely


Amely le estoy buscando y no la encuentro, ¿Dónde estas? Cierto que te cortaron las alas, cierto que lo planeo aquella maldita bruja. Sucedió en su secuencia ¿Te habrán realmente cortado las alas? ¿Dónde estas? Yo la sigo buscando, aunque mis palabras vayan cambiando de forma y signifiquen otras cosas.
Hace tiempo encontré su respuesta, me llego de la mano de los pájaros y solo pude tirarme en el pasto a ver las estrellas. Si vieras que bella que era la noche, de bajo de aquella luna podrían haberse bailado tantos tangos... y hora Amely, ¡no estas!, no lo se, yo lo presiento Amely y déjeme decirle que no me rendiré, aunque no rendirse sea ser borrado de su frágil memoria.
Se desvanece su presencia Amely, pero no es que te desvanezcas, ¡no se asuste! Es que hay una neblina que se interpone entre nosotros, y soy el único delirante, que haciendo caso omiso a otros, quiere atravesarla, pero no deseo hacer nada que pueda afectarle... Solo me quedo mirando la neblina con ojos ilusos y medio atontados, deberías ver mi cara, de seguro estallarías en carcajada.
Se que esta nueva carta tiene un cierto estado triste, pero comprende que es la única manera de transformar el agua en papel, ese es el poder de este pobre loco que aprovecha al hacerle uso. Solo quiero ver la luna en sus labios dibujando una sonrisa... Y se que no debo decirle nada, que debo quedarme mudo, pero mis manos engañan al cerebro y empiezan a moverse, no parando de escribir, ¿Me comprende?. ¡Malditas manos! Quizás un día desaparezcan y chau problema, pero ahora no se que hacer con ellas, si retarlas o dejarlas seguir. Esto es un secreto Amely, pero aunque suene a despedida, yo se que nunca la podrán cortar las alas y que nunca dejará de volar..
Que dilema Amely, ¡Qué dilema!, voy a volverme loco, si continúo dando vueltas sobre el asunto... Ya no puedo ayudarle por más que lo desee, ya estoy metido hasta el cuello en el pantano y si me muevo me hundo. Ya confundí pensamientos con sentimientos, ya tropecé mientras caminaba y soy propenso a tropezar, como los colores a oscurecer ante la presencia del negro. Vuelo entre nubes mirando al mundo y entres tantas nubes sobrevienen los pensamientos, pienso que siempre me olvido los parámetros de la gente común y por ello los mios son distintos, o ¿Será que pienso que me olvido que me manejo con parámetro diferentes a los reales?, vaya a saber yo que pienso, solo se que generan discordancia de igual modo...
Amely, ya deje de ser Juan, ahora solo soy Gregorio y en cualquier momento dejo de ser al perderme en las esquinas, encontrarme subido en árboles y creerme Tarzan. Amely, no deseo saber donde estoy y nunca lo desee saber, el dónde nunca me importo, me importo el cómo, pero... que se yo, las incertidumbres me atan, como me atan las cuerdas al primer pilar que encuentran al ser manipuladas por ciertos seres cuerdos, y los sentimientos me queman como lo hace el cuerdo al verme como alguien perjudicial.
Amely, ya no soy Juan, pero no me animo a decirme Gregorio, y si alguien se atreve a sumar “g”, “r” y “o”, ¿Dará s?... ¿Por qué he de buscar patrones en la rotura de un frasco?

¿Quién se tropezó con aquel balde?,
¿No ven que ahora el agua se esparce por la vereda?
¿No ven a los niños haciendo barquitos?
-¡Tengan cuidado!,
no vayan a naufragar,
son delicados,
no vaya su tripulación a caer.-

grita alguien con voz sincera y protectora...
Y por las cañerías desea escaparse
ese hilo de agua,
y los barcos quienes se sienten reyes del mundo
la acompañan a ese destino,
mientras los niños sonríen, gritan y juegan.
Nadie entiende, piensa aquel loco
que mira todo sentado
desde la esquina,
¿no ven que ese balde no pudo pararse?,
¿quien se tropezó con aquel balde?...

Amely, ¿Acaso ya nunca la encontrare?, sus pisadas han sido borradas del este, oeste, norte y sur, se ha desfigurado su imagen en mi memoria. Amely ¿Donde estas?, solo me queda el frío de la intemperie y el sonido de las lágrimas acompañando al de mi respiración.
No volveré a buscarla, me ha dejado en claro su silencio, cual debe ser mi proceder. No volveré, pero la esperare en lo alto de aquella montaña contemplando los abismos. Esperare hasta que el tiempo devenga en viejo, hasta que las águilas conformen magnificas coreografías y, hasta que las nubes jueguen entre ellas.
Creo estar loco pero no me llamaría Juan si no lo estuviese, no me dirían Gregorio si este pobre delirante se dedicase a ver solo realidades.
Solo puedo decirle que creí ver sus ojos, y quizás ese creer, mi creer, me llevo a la locura, y quizás el querer creer me llevo a la cordura. Creí que ellos no estaban vendados, pero ahora salí entristecido al creerte momia. ¿Quién eres en todo momento?, ¿Cuántas facetas de ti yo conozco?.
Cuanto me duele decirle estas PORQUERÍAS, me agarra tremenda rabieta, pero ¿Qué quiere que le diga alguien que se siente herido?.
Cuanto me duele decirle estas porquerías, pero ¿Qué quiere que le diga alguien que nunca espero lo que sabia que no podía recibir, pero solo se dispuso a entregar lo que sabia que querías recibir?.
Amely, no se si le llegaran estas palabras, no se si habrá una nueva respuesta, pero yo esperare al tiempo que sabe contestar, yo esperare en los abismos que saben hablar. Y de nuevo me quedo con aquellas palabras que nunca le dije, porque nunca considere poder decirlas a su oído. Creo que el adiós fue hace mucho, pero este será un adiós que no desea ser definitivo...
...Adiós Amely, adiós...
Con tristeza y amor Juan Gregorio Rivas