La ética es una palabra compuesta
por 1,2… 5 letras y lleva un tilde en la “e” muchas veces omitido por
centenares de estudiantes y/o personas corpóreas a la hora de
escribirlo. Aunque nos resulte extraños es imposible la omisión de dicho acento
cuando pronunciamos la palabra en voz alta, en caso de omisión no sonaría para
nada bien, imagínese que sea dicho como etíca o etica, obviamente habrá cierto
ruido en esa pronunciación. Resulta llamativo que nadie sea capa de visualizar
en el sonido el acento pero es mi deber informar que hay variaciones en la onda
que se ve modificada cuando se trata de una “é” o una “e”.
Dicho todo esto, lo cual me servirá de pie,
pretendo empezar mis clases sobre los colores donde procederé con suprema
paciencia y tratando de ser lo más cauteloso posible. De esta manera garantizaremos seguir
firmemente los principios de la ética respetando el libre albedrio del color,
su libertad a mezclarse, sus derechos adquiridos y la manutención de los
mismos. Por lo expuesto deberemos respetar al rojo cuando se niega a cambiar
parte de su personalidad, al convertirse en violeta, luego de mezclarse con el
azul. Claro que deberemos calmar al azul ya que este se encuentra impaciente
por perpetuar tal transformación. En cambio observamos mucho más viable la
producción de naranja porque tanto Don Rojo como la señorita Amarilla así lo
desean. Don Blanco suele mezclarse con Don Negro para crear una diversa escala
de grises. Ruego también tener el máximo cuidado: una mezcla mal hecha puede
dar nacimiento a un color sin vida, incluso el derrame de colores es capaz de
producir un monstruo pero, una unión de franjas de colores puede hacer uno de
esos locos arcoíris.
Pero esto que llamamos ética no
solo la vemos presente en la formación de colores, sí préstamos atención en
nuestra vida diaria la encontraremos aplicada en un sinnúmero de actividades
cotidianas.
Incluso para impresión y asombro
de muchos, en el juego de ajedrez donde tomamos tantas decisiones que resultan
ser importantes, pueden ser estas regidas por la ética. Aunque generalmente el
jugador hace caso omiso de ella, usa y se vale de diferentes medios para
olvidarse de su existencia, hasta llega a rechazar sus propuestas e incluso
despreciarla… Puede darse el caso que el jugador regido por la más absoluta y
estricta de las éticas se meta en dicho juego y, sin contaminarse, gane la
partida. Pero en caso de que se de este hecho, el jugador supuesto deberá tener
el más absoluto cuidado dada la existencia de miles de jugadores que
aborrecerán la ética y estarán dispuestos a presentar las más extrañas batallas
ajedrecísticas para refutar esa maldita ética y posteriormente desterrarla.
Incluso puede pasar que todos estos jugadores, de alguna forma meramente
extraña, que escapa a mis ojos, realicen una unión mágica donde todos ellos
jueguen la partida dentro de un solo sujeto corpóreo. Es este el
caso más complicado en los posteriores análisis: un simple partido de ajedrez…
Juan Gregorio Rivas
Juan Gregorio Rivas
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