La escritura subjetiva en
las ¡puertas del silencio!, en un ¡mar! de adioses y de olvidos, en
las despedidas forzadas o en aquellas cuales nunca pudieron ser y
suceder, ¡las lágrimas perdidas en la historia!, dejadas para el
recuerdo de los muchos quienes tienen penas sufridas, de aquellos
quienes fueron obligados a perder la pertenencia tangible o se
desvanecieron en el tiempo al preferir los sueños. Fue un cataclismo
de manipulaciones pertenecientes a ese monstruo enorme, a quien pocos
se animaron a resistirle, esos pocos formaron y tristemente ¡forman!
la fila de quienes ya no estarán y los que ya no están. Mientras
desde el exilio mundos diferentes divergieron en esa persecución de
las posibilidades generando imanes de polos opuestos modificados por
esas energías magnéticas que se propusieron alterarlos.
¡Jamás será
reversible el pasado!, lo que ya esta escrito no se puede borrar, el
tiempo escribe continuamente con tinta ¡indeleble! asegurándose de
que el papel ¡nunca! se desintegré ni se destruya aunque se ¡puede
esconder por algún artificio! de la vista de quienes continuamente
transitan en lo efímero de las percepciones. El tiempo escribe lo
que va pasando, escribe en pretérito, debemos tenerlo en cuenta al
usar el presente, con el presente podemos forjar nuestros sueños
para ¡un futuro cercano! y tal vez aunque menos recomendable uno
lejano. Actuar sin dejar las promesas olvidadas sobre la mesa,
¡olvidadas! entre tantos papeles innecesarios.
Las personas perdieron
la libertad pero jamás serán capaces de perder su esencia, “es
esa lucha intrínseca que a lo largo de la historia se repite”... y
siempre ausentes de todo, sin percatarse de ese todo eludible la
buscaran dando vueltas y vueltas: entre, mediante y sobre las
equivocaciones, sobre los aciertos y desaciertos. Las flores quedaron
perdidas entre las balas quienes se dirigieron también a erradicar
los sueños, a destruir las utopías para dejarlas miserables y
raquíticas. La luna oculta quedó bajo la miseria mientras tanto las
oscuridad decidida nos tapo el horizonte.
Pero ese destino
inevitable, esa ley natural del hombre, el cual por más dormido que
parezca, siempre busca imponerse acabando en menos de un santiamén a
quien le acecha, a quien trata de violarla y erradicarla. Regresando
de a poco a alimentar las utopías e hilar los deshilachados sueños
Es una historia de
ciclos que evita ser cíclica.