18 de septiembre de 2014

Ferdinand Sirenk, su obra y la crítica

             Ferdinand Sirenk nació en él año 1977 en la ciudad de San Luis, hijo de inmigrantes alemanes, estudió en la Facultad de Filosofía y humanidades la licenciatura en Artes y se gradúo en el 2002. En el transcurso de estos años ha realizado varias obras de las cuales destacan: “la construcción”, una réplica pequeña de una solida pared de ladrillo, “puntos de vista”, un cubo donde en cada cara se encuentra una escena influenciada por una perspectiva ideológica, “La pureza”, una rosa petrificada. Consolidándose como uno de los mejores artistas contemporáneos, sobre todo con su última creación, que muchos la consideran su obra magistral, ha dejado a toda la crítica estupefacta, la misma se encuentra en el centro del museo de arte contemporáneo Kaleidoscope de la ciudad de New York. A continuación transcribiré algunas de ellas.

                “El señor Ferdinand Sirenk ha dejado en su última obra, la que quizás se consagre como su obra maestra, todo su genio artístico por lo cual frente a ella, el público ha quedado obnubilado pero esta palabra de tal talante es atribuible en su sentido positivo al selecto grupo de intelectuales y en su sentido negativo al populaje.
                Nuestro querido Ferdinand, por su simpleza, puede ser duramente criticado por algunos, pero es en esa simpleza donde sale a la luz su visión más profunda del mundo actual, Sirenk ha plasmado con un vigor único su propia visión. 
                En ese elemento central, de color oscuro y pequeño, radica la fuerza de su crítica.”
John Velard, Modern Art and Fashion, nº 101, año 2013

                “Bordeando los límites de lo aceptable, la obra de Sirenk Ferdinand es una mierda, el artista es parte del movimiento que se encuentra en perpetua ruptura con el arte clásico y la intención de Ferdinand hace suponer que quiere mandar todo al diablo. A pesar de este detalle, en ella confluyen todos los elementos destacables del arte moderno y a través de ella le permite expresar una sólida opinión. Con este artista podemos, en un primer análisis, crear un concepto erróneo pero como espectador tenemos el deber de encausar nuestra mente para encontrar la relevancia de la obra.
                Dicho en otras palabras y para concluir, la genialidad de Ferdinand trasciende los límites, incluso hay intelectuales que se reconocen no estar a su altura, crea dentro del movimiento un subparadigma a seguir”
March Simond, diario Nuevo del día 08/03/2013 en el artículo Ferdinand y su arte

                “En este mundo actual existe una tendencia excesiva a llamar artista a quien no merece serlo.”
El trangresor, el pseudo artista, El arte y el desastre, nº 15, año 2013

                “¿Y qué seguirá después? ¿Huevos podridos? Nuevamente este artista desconcierta y es una muestra cabal que para auto denominarse artista solo basta tener la astucia para engañar a la gente”
Lara Lason, la gallina de los huevos podridos, el arte en sus partes, nº 22, año 2013

                En el museo de arte Kaleidoscope encontraremos en medio del salón una obra que parece salida de un inodoro. Nos topamos con una cápsula de vidrio en cuyo interior se encuentra, sobre una superficie de tierra, un pedazo de materia fecal.

8 de septiembre de 2014

Sin llanto, sin ropa y sin ella.

Allá, en el pasado largo, malinterpreté la flor, era invierno aún y creí en la calidez ajena de la primavera, hoy me culpo mi falta de tacto, revivo aquellas suaves figuras dibujadas en giro horario, mientras pienso en el cambio del agua, en la pretérita timidez de la oruga y la posterior soltura de la mariposa, como si fuese el reflejo que veo en este charco. Mea culpa de la lentitud del caracol, preferiría haber interpretado a la tortuga y no caer en equivocaciones infantiles como la liebre de la infancia. Luego en el capullo de la flor antes de abrirse vi crecer millones de vidas, cada una a su tiempo hasta que el sol irradiante acabo con sus esperanzas, no supe advertirles a tiempo ni manejar la posibilidad de la nada. Quede mudo entre la tempestad y la nada, cayeron varias manzanas y quede ajeno a la escena de títeres. Con un dejo de melancolía partí para ver las historias de los algarrobos y pumas, me enamore del caldén y en la vuelta final de la circunferencia lastime al jacaranda, nada pude hacer para evitarlo, más reconozco no intentarlo. Con la frente erguida y el cuerpo erecto acompañe largos días al caldén hasta que el destino giró la arena. Lagrimeé en la despedida, debo confesarlo pero las piedras siguen tanto como el cielo y era de esperar que de  las huellas pasadas nuevas sean marcadas, me tope de vuelta como en esas historias en que todo gira hasta tocarse la cola con viejas flores, ya crecido yo por el paso de los arroyos, y nuevamente quede mudo, atónito y desconcertado. Di media vuelta al tornillo y otra a mi cabeza, me senté a esperar la lluvia y luego corrí a buscarla, el sol y las pocas nubes me desalentaban por cada paso. Más yo devenido en halcón me sentí temido pero a pesar de la grandeza odie ese nuevo rostro, transmute hasta volver al mismo, dubite y le cante a las rosas nacientes, al verlas crecer repentinamente antes mis ojos me atreví a sonreír. Como Quijote me sentí héroe, me envalentone, me puse la mejor pilcha y jugué a ser Alejando Magno, incrédulo al conquistar el naranjo y los cerezos salté desde el Aconcagua, mire la tierra y arriesgue todo. Sentí como la tempestad del viento volvía y volvía sobre mi rostro, era el karma del tiempo de atrás. Lo afronté sereno como la oruga que afronta su destino.

En lo inevitable del tiempo, cuando los rumbos parecían ya no converger más, el pretérito renovado se convirtió en presente perfecto. Compuesto de colores radiantes el horizonte fue perdiendo su brillo a medida que se adentraba la noche. En el último suspiro del día viré lentamente hacia la soledad de los pájaros. No pude soportarlo y ahí incite al eco del halcón, a la locura quijotesca y a la máscara de Alejandro quienes, pendiendo como la espada de Damocles, sellaron mi destino. Al saber de mi falta cómo un último acto heroico marchite las rosas y llore su destino.

Juan Gregorio Rivas