Una lágrima se figura en su ojo, un nuevo fracaso, otro rechazo
trasladado en forma física a su ojo y ella la espera con ansia aunque esta vez
no hubiese preferido que esta debiese aparecer. Una lagrima, una pequeña gota
de agua salina con otros compuestos, producto de un proceso químico, pero nos
olvidamos que es un determinado estado el cual le pide a la industria la
fabricación de estas lagrimas y nos olvidamos de su carga, de todo lo que ella
significa, del dolor, de la perdida, de una nostalgia, ¡un rechazo!. Y ella no
tiene más remedio que esperarla, no la desea pero ya está resignada al milagro
de la tristeza, a la puesta en escena de esa extraña belleza, pero volvamos a
aclarar, “no era lo que ella esperaba”, ni siquiera lo imaginado, alguien debería
responderle dice su mente ante el suceso. Ella, quien poco se arriesga y sin embargo
cada vez más solidifica su muro creyendo poder ocultarse así de los
sentimientos, de los dañinos y por consecuencia de los benignos también porque por esas desgracias
de la vida el muro no distingue ni discrimina, el muro termina apartándole de
todo, quizás esto pase debido al hecho que las cosas esas vienen de a pares y
no podemos elegir el set, el cuál creamos enteramente conveniente.
Y todo esto acontece mientras
esa lágrima nace, mientras se escapa fervientemente de su ojo con el fin de
tener el mundo ante sí (ante sus propios ojos por más que sepamos que las
lágrimas no poseen ojos) y recorre en esa aventura miles de micrómetros
tomándose su propio tiempo (no, la lagrima no posee un reloj), pero… ¿A alguien
se le habrá pasado por la cabeza que cada tristeza posee su propio tempo?, Y ella
la contempla, ve su tímido movimiento mientras se transporta a otras
realidades, a realidades ajenas, pero ni siquiera es capaz de encontrar en la
imaginación aquello, el cual pudiese ser artífice de hacerla olvidarse de ese
rechazo. Hasta la ilusa por momentos fugaces se atreve a pensar que el hecho de
creer que lo está olvidando no lo hace recordarlo, porque no podemos decir nos
estamos olvidando de… sin recordarlo en ese preciso instante.
Y esa lagrima decide caer,
tirarse al abismo e impactar contra el suelo quien determina su corta vida
dándole muerte, y en ese instante el tiempo se paraliza, se adormece y se ralentiza
todo para hacerle notar a ella, que era parte de una experiencia más, parte de
la vida y de su continuo fluir y por la
misma razón no siempre será posible esquivarla.
Ella lo sabe, no lo niega, pero…
pero le encantaría poder negarlo, le encantaría no saberlo. Sin embargo una
nueva lágrima huye de su ojo para recordarle que esas cosas así nomás no se
pueden olvidar. Y ella se acuesta… y quizás, repiten los ecos de su palabras en
el vacío, quizá los sueños funcionen, logren un poco del olvido que ella necesita
y sabiendo ella de antemano que el olvido no viene liquido, en tragos raros y
menos en pastillas decide de igual manera utilizar las pastillas para poder
dormir más tranquila.
Y una lágrima recorre su
mejilla…
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