10 de octubre de 2012

Condena

Y ves esa alma condenada, esa maldita alma que se sabe condenada, y se te cae la cara, se  derrite, se desfigura perdiendo su forma. Está encerrada en la vida marginal por una maquina endemoniada, un conjunto de engranajes tan perfectamente macabros que se los lleva el diablo.

De las manos de esa alma transmuta la condena, la desesperación cobra su forma mediante el grito o el chirrido de metales. La tinta negra deja sus marcas, la condena no es para quien tiene fervor por la vida, es un reto, una desquiciada meta para ser de obstáculo del demonio.

Suburbio es el lugar del alma, allí siente estar fuera de los muñecos opresores, fuera del vil teatro de títeres. Tiene razón, tiene permitido vociferar esas palabras.
Fuma un cigarrillo y manda su salud a la mismísima mierda purificando su alma. El cigarrillo en sus labios, el humo exhalado se convierten en requisito infalible de cualquier alma que esta condenada.

Su deseo de ver putrefactos los barrotes es aplastado cruelmente por la realidad concerniente a ellos, no puede pudrirse la materia inorgánica, pero hay cierta materia orgánica en medio de toda condena. Debe ser esa quien deberá despedir el aroma agrio, que resulte repugnante para las ratas y cucarachas.

Manos sosteniendo cadenas, eslabón tras eslabón, masacre de las letras y el rojo emerge de las hojas, bajo la persuasión de que la flor esta maldita.

El alma condenada esta bajo la dicotomía de ser blanda, de ser dura, la caricaturizan de dura... y de a golpes se ablanda la goma.

Maquinaria canalla, fracasa al querer ahogar el alma. El ron su medio dispuesto, la atroz borrachera provoca la expulsión, más digo el vomito de las palabras que la alcantarilla escribe en paredes ajenas.

A cada instante muere el alma, a cada instante revive el alma. Su voz ronca es causa de su ambivalencia. Historias de un hombre que pena, figurando la belleza de la tragedia, del sufrimiento, de la maldición. Se transporta en el tiempo.

El alma condenada se libera solo cuando perece el cuerpo.


por Fernando Klap

No hay comentarios:

Publicar un comentario