9 de junio de 2012

Dialogo II


Dice el flaco -La cosa es así, surgió de una necesidad de gritar sin ser identificado, pero no podíamos quedarnos ahí, faltaba algo, necesitábamos gritar. ¡Si! Gritar hasta saturar los oídos de verdades, gritar aunque significase quedar afónico. Surgió de una necesidad continúa de gritar y cada vez más alto, a riesgo de ser identificados-.
-La cosa es así- Dice el flaco -No hay vueltas para darle, debíamos hacerlo, pararnos en las esquinas, o en cualquier plaza, en la peatonal, pararnos en cualquier lado. Era la única forma o tal vez la única encontrada en el momento que nos planteamos esto, después de todo de seguro habrán posibilidades diferentes-
-¿Y para qué gritar si son pocos y aislados?
-¿Y para qué vivir? Nos quedará decir entonces. Seremos pocos, quizás cada vez menos, pero el eco de cada grito permanece en el aire, cada dos por tres el viento trae los gritos de aquellas gargantas afónicas-
-¿Y no temes el silencio? ¿El acostumbrarse?
-Temo el olvido, el quedarse quieto, al silencio no, aunque en caso de que encierre el olvido será un villano vil al cual deberemos romper con gritos y más gritos.

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