Dice el flaco -La cosa es así, surgió
de una necesidad de gritar sin ser identificado, pero no podíamos
quedarnos ahí, faltaba algo, necesitábamos gritar. ¡Si! Gritar
hasta saturar los oídos de verdades, gritar aunque significase
quedar afónico. Surgió de una necesidad continúa de gritar y cada
vez más alto, a riesgo de ser identificados-.
-La cosa es así- Dice el flaco -No hay
vueltas para darle, debíamos hacerlo, pararnos en las esquinas, o en
cualquier plaza, en la peatonal, pararnos en cualquier lado. Era la
única forma o tal vez la única encontrada en el momento que nos
planteamos esto, después de todo de seguro habrán posibilidades
diferentes-
-¿Y para qué gritar si son pocos y
aislados?
-¿Y para qué vivir? Nos quedará
decir entonces. Seremos pocos, quizás cada vez menos, pero el eco de
cada grito permanece en el aire, cada dos por tres el viento trae los
gritos de aquellas gargantas afónicas-
-¿Y no temes el silencio? ¿El
acostumbrarse?
-Temo el olvido, el quedarse quieto, al
silencio no, aunque en caso de que encierre el olvido será un
villano vil al cual deberemos romper con gritos y más gritos.
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