Era un día rojo, es en el que abrió
los ojos luego de una larga siesta, se manejaba entre pocas palabras
mientras... mientras decidido salia de su pedazo de habitación, S
movimientos de la derecha, G movimientos de la izquierda lo
llevarían fácilmente a otro mundo subalterno. Entrando a la sala de
estar reflexionó sobre las palabras anuladas en el aire y al
sentirse asfixiado agilizó los pies en dirección a un exterior que
a pesar de parecerle lejano, en esa mezcla de vagancia a priori la
experiencia le demostró ser cercano aunque no fuese tangible. Abrió
las puertas mientras las ventanas cerraban y enmudeció para
contemplar en soledad ese tenue rojo posando en el día, entró en la
vereda dispuesto a crear camino aunque en ese momento no reparo que
la vereda significaba un camino ya armado por quien sabe quien en una
repetición de letras adheridas a un significado, pero tampoco reparo
cuando decidió hacer sus propias veredas y menos cuando paso sus
ojos ante el monte quien pareció virgen ante sus ojos y pereció tal
virginidad apenas poso el primer pie sobre la tierra del molle y del
tala... Ahora sin desmalezar empezó la construcción de su camino
sin reparar en la facilidad de perderse o de no poder volver tras sus
huellas. En un acto inconsciente se libero de su ropa como quien osa
liberarse de sus ataduras, continuo desnudo su camino y también se
descalzo al seguir sintiendo una incomodidad inexplicable, prefería
abrir lastimaduras en su cuerpo, pincharse con las espinas del camino
antes que continuar atado a un par de alpargatas... Quien sabe porque
se le habrá ocurrido agarrar un “bastón” mientras más se
internaba en el monte llegando a perder el rastro del rastro.
Ya el negro de la noche opacaba el
rojo, ¡ese rojo! Y en el monte las figuras y los aullidos no se
hicieron rogar. Él que no paro ni un solo segundo de pronto se
detuvo y algo lo invito a agudizar su oído, por desgracia lo agudizó
tanto que casi explota su oído al escuchar aquel ronroneo. Pero no
temió por su oído, temió por él y por su cuerpo, la noche
despertó temores y no tenia seguridad en poder regresar, solo se
encontraba en compañía del bastón y sólo prosiguió con cautela
entre esas indecisiones de seguir o de quedarse. La noche liberó
esos temores que el esclavizó durante el día y ahora rebelados no
podía controlar pero no lo quedaba más remedio y en esta lucha
debería entretenerse mientras espera el amanecer.