Posiblemente
una carta es uno de esos adornos preciados que pueden acompañar un regalo. El
eterno drama se presenta en que, a pesar de que me apasiona escribir cartas, a
mi mente viene aquella terrible duda que se dedica a carcomerla hasta que no
queda más materia gris disponible, aquella duda de si quien la recibe (en este
caso una damisela) le gustara.
Te
escribo desde los “allás” mientras otras voces pululan el ambiente, yo me
distragido entre estas palabras. Miro de reojo el pizarrón del tiempo, veo como
los acontecimientos se distraen entre los números… Pero todo sin quitarle los
ojos a este pedazo de papel, o al menos uno, es de mí placer entregarme al
juego de las palabras y amontonar letras y letras para crear aunque sea una
forma.
Creo
que nunca le pregunte sobre si soñaba volar alto o si deseaba tener un pedacito
de nube en el bolsillo, cosas muy importante a tener en cuenta en un futuro
demasiado indefinido. Quizás sea este el momento indicado para preguntarle, o
quizás me equivoque feo, pero ya no lo deshago, los nudos son difíciles de
deshacer y pero los enredos que habré de evitar… ¿Te ves creando alas de papel
para poder volar con sumo cuidado, o prefieres un poco de nube blanca en el
bolsillo izquierdo que de vez en vez se ponga toda gris y haga llover al
bolsillo? Ten cuidado que los papeles son frágiles y si mezclas papeles con
nubes de seguro saldrán estropeados…
… Mira,
mira allá, en la montaña, esa cima que pide ser escalada, ve hacia ella, cierra
los ojos y escucha estas palabras que tomarán sonido: Solo haz de llevar un
pequeña mochila y adentro pondrás mucho, mucho asombro para que no falte porque
no puede nunca faltar, también asegúrate de cargar endorfinas, principalmente
las verdes y las naranjas, no te olvides de las exclamaciones para poder de
alguna manera expresar los asombros y para que se manifiesten las endorfinas.
Luego, ya con la mochila al hombro prueba tomar la vía principal pero cada vez
que puedas debes de desviarte de esa vía, sobre todo para cuando haga algo que
provoque el abrir la mochila. Realiza tu propio camino, corre cual loca, cuesta
arriba (sobre todo), salta y vuelta, o vuela y salta, la montaña es paciente y
espera por ti, espera ella que la escales, la descubras, espera poder mostrarte
sus lagos escondidos, sus más hermosos paisajes. Quiere la montaña que te subas
a su cima, quiere que te sientas la “ama del mundo”, y te pares sobre la más alta piedra y veas el
enorme precipicio.
Felicidades,
subiste al Aconcagua, aunque probablemente no tienes ni siquiera la mísera
presencia de frio y para agregar absurdo al absurdo te encuentras desabrigada,
a pesar de tanta nieve. Eso es lo hermoso de la imaginación, que nunca se debe
perder, hay que guardarla con cuidado en lugar fácilmente accesible; vas
creando imágenes y las vas viviendo, hasta tal punto que de seguro nunca te
imaginaste la nieve (ni el blanco) y menos el Aconcagua, quizás ni siquiera se
te ocurrió imaginar una montaña “de carne y hueso”, podría solo ser todo pura
imaginación pero eso no importa… no importa porque las sensaciones… las
sensaciones tienen la fuerza de haber sido vividas. Tú subiste a la montaña, ya
nadie será capaz de quitarte de la piel tal sensación, recordándome esto a Don
Saramago que, de seguro, ahora lo disfrutare un poco más… Un día empecé a leer
un libro de él y por razón inexplicable después lo deje de leer, siendo el 2do
libro que empecé a leer y después no lo retome (aunque el de Kafka aproveche
este último verano último para devorarlo (sabían ricas las hojas pero no hizo
falta comerlas para saberlo)). Ese libro, el de Saramago, recuerdo las primeras
hojas donde hablaba de los niños de hoy, hablaba de que liberan mundos,
construyen grandes ciudades, son erigidos héroes, reyes, etcétera de las
etcéteras. Pero para agregarle, todo ocurre en la mente externa (fuera de uno),
en las grandes maquinas de crear virtualidades… Saramago va más allá, hace un
contraste con su niñez, con sus recuerdos, cuando subía una higuera y usando su
propia imaginación para crear la trama, el pullover y la bufanda; para luego,
allá arriba, sentirse “amo del mundo” por tamaña hazaña.
Así,
igual que vos en lo alto del Aconcagua mientras permaneces muda, con los brazos
extendidos y la cabeza dirigida hacia ese cielo tan cercano ahora. Con tus ojos
cerrados para sentir el viento, para escuchar su sonido sereno y tú cabello
dejando al viento que lo mueva suavemente. Con los ojos cerrados para escuchar
la montaña, ella te susurra y la escuchas con atención porque son pocos quienes
poseen tal privilegió… Quedas muda, quedas ciega, solo escuchas, solo sientes,
la montaña habla por largo tiempo, habla con pausas, habla con metáfora, hasta
que inesperadamente te invita a abrir
los ojos y sorprendida me ves a mí, estoy detrás de ti esperándote, esperándote
junto a un globo aerostático. Te acerco mi mano y te invito a subir al globo
con la ayuda de una pequeña escalera.
Es deseo del escritor que en este preciso
instante se reproduzca el tema “desde el alma”, si es posible la versión de
Pugliese ya que, por más empeño que le puse, no logre tejer las notas musicales
sobre la hoja.
Estamos
ya arriba, volando los cielos, surcando los aires, manejo el globo y tú miras
encantada, me pides el mando, como es sencillo y, además, eres una buena
aprendiz fue una explicación breve. Tomas el mando y lo elevas entre las nubes,
yo mientras voy hacia una tela tumultuosa ubicada en una esquina, esconde algo
y no habías puesto tu mirada antes en ella. Ese algo es un aparato… Pero ahora,
antes de proseguir, debo pedirle de ante mano, sin saber cual son las
dimensiones al globo dadas, que lo agrande, hasta donde su imaginación le
alcance… Oprimo un botón que no se queja, para tu sorpresa empieza a
reproducirse un bello vals ideal para estas alturas, me acerco a ti y
susurrando le pido que me conceda esta pieza, entusiasmada aceptas, nos
abrazamos solo para sentir como la música toca nuestras almas y dibujamos en el
suelo al no poder contener nuestras sensaciones, estamos poseídos por un algo
que lo produce la música, la magia atrevida ha dicho ya presente, y tu forma de
bailar me hace temer no estar a la altura de las circunstancias, pero tan
pronto como llego este temor se desvaneció
y despejada nuevamente mi mente, con el sol en el horizonte, me entregue
a la música y nos adentramos en ochos, sacadas, saltos y ganchos en lo alto del
cielo.
¡Hay!,
¿qué será de mí, si vengo con ganas de escribirle pero no hay ideas en el cajón
donde las busco? Todo desordenado ha quedado ya y, en mi desesperación, me he
encargado de no dejar nada en pie, quizás mis ojos buscaron ciegos y ahora, que
los abro, ya no están, esas malditas ya no están y pierdo la paciencia mientras
asomo mí cabeza por la ventana para ver aquellos arcoíris que aún no
desvanecen. Qué lindo seria poder terminar de escribir y que el viento se lleve
la carta para entregarla a destino, que envidia hace darme en este momento el
señor Juan Gregorio Rivas, yo le di parte de mí en tanas charlas, pero esa
locura tan magnífica él se niega a cedérmela. Uno les da vida y ni siquiera una
pequeña pizca, aunque sea insignificante (no, insignificante no) te devuelven.
Me encantaría hacer como Cortázar cuando jugaba con la Maga a perderse y
encontrarse, en ese bosque de casas, en esos barrios de parís… ¿Por qué París
solamente?, en Cuzco, Roma, la Habana, Córdoba…
Volcar
dos gramos de incoherencia, es algo tremendamente difícil para mi mente… Ni
hablar de cinco. Como me gustaría en este preciso instante señorita, acercarme
a su casa y crear un camino con migas de pan; para que, si se apura, las vaya
siguiendo rodeada de pajaritos y de pajarracos. Un camino de migas, junto a un
camino de ilusiones y yo la esperare, debajo de un árbol, con un par de mates y
un linda sonrisa. Pero apúrate, apúrate por favor, que este paisaje se derrite
y todo va a parar a una taza de café, y
quien sabe que gigante se tomará de un sorbo esa taza de café, recién hecho,
con cuatro de azúcar y cuatro más grandes de ilusiones.
Ahora
siento mi mente frenada, como si hubiese visto inconscientemente un cartel de
Stop (pare), creo que este portaminas ya se canso de escribir y además lo
imagino murmurándole al papel, en una conspiración en contra mío. Mejor me
pongo paranoico y abandono momentáneamente la escritura.
Volví,
pero volví para despedirme, porque me canse que estos dos conspiren y se
nieguen a sacar palabras, cuales puedan ayudarme. Tras mi retirada sobrevendrá
un pequeño olvido, hasta que sus ojos vuelvan a dar vida a estas palabras. Me
despido creyendo haber dejado alguna sonrisa tras de mí, alguna lluvia de endorfinas
y quizás alguito más… Adiós, adiós…
Por Serápiens
Por Serápiens
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