17 de octubre de 2012

Invasiones


Despertó un día sin ver, en el horizonte, la arena que ama, sin sentir el viento que ahora anhela. Solo un pedazo de cemento extendido en las cuatro direcciones lo rodeaba, algunas cuantas barras de metal se colaban donde faltaba el cemento con intención de que no faltase aire…
Cree no estar en su propia tierra, fuera de su cubículo algunos uniformados hablan en lengua extraña. ¿Dónde estaré? Se pregunta desconcertado, no hay nadie quien pueda quitarle su duda. Tres días pasa en el desconcierto recibiendo comida suficiente como para no morir de hambre, ese tercer día un hilar de barreras se alejan dando espacio suficiente para que un par de uniformados pasen. Unos cuantos golpes después entra alguien de aspecto diferente, cruza algunas palabras con los uniformados en esa lengua foránea y después en perfecta lengua natal le habla al prisionero, pide explicaciones, nombres, cargos y cualquier tipo de información disponible. Se enteró así y entre los puchitos surgidos cuando lo golpeaban de qué se trata el asunto, pero solo como una idea vaga, faltan piezas en su rompecabezas aunque la imagen ya se distingue, cobra forma.
Observando el rompecabezas es capaz de comprender que lo golpean las fuerzas armadas de otro país quienes han invadido el suyo con el fin de promover la paz. Cada golpe en su rostro consecuentemente es un grito de paz extranjera, incluso los abusos representan la subordinación de su cultura a la cultura superior en manos del extranjero. Cierra sus ojos, una lágrima rueda desde su mejilla. Después de ese último golpe no les dice quien es el cabecilla de la guerrilla, no porque no quiera decirles, solamente no lo sabe y ya cansado de decirles que no sabe calla, calla para soportar el dolor, siente la gota rodar en su mejilla y recuerda el río al cual seguido solía ir para disfrutar del aire, del paisaje, y del mismo río.
Le preguntan porque sus manos están maltrechas, cuál puesto cumplía en la organización y con unas gotas de sangre paga el hecho de contestarles que es artesano en un pequeño poblado. No comprende aún porque nunca vio al juez, quizás estén ocupados atendiendo casos importantes de su propio país… Y él ahora se siente extranjero en su país, desconoce ese pedazo de cemento ubicados a unos cuantos kilómetros de la capital. Una picana le recuerda las maravillas del país extranjero,  ahora le recuerda las proezas del sistema educativo y seguidamente el presupuesto destinado al ejercito en pos de la paz.
-Respete siempre la ley- repite su mente mientras sumergen su cabeza, efímeros segundos, en una tina con agua. Respetó siempre la ley y se olvidó de respetar la ley del otro país y piensa ahora –La culpa es mía por no respetar la ley de aquel país y de aquel otro y de vaya uno a saber cuantos más…-

Serápiens

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