Despertó un día sin ver, en el
horizonte, la arena que ama, sin sentir el viento que ahora anhela. Solo un
pedazo de cemento extendido en las cuatro direcciones lo rodeaba, algunas
cuantas barras de metal se colaban donde faltaba el cemento con intención de que
no faltase aire…
Cree no estar en su propia
tierra, fuera de su cubículo algunos uniformados hablan en lengua extraña.
¿Dónde estaré? Se pregunta desconcertado, no hay nadie quien pueda quitarle su
duda. Tres días pasa en el desconcierto recibiendo comida suficiente como para
no morir de hambre, ese tercer día un hilar de barreras se alejan dando espacio
suficiente para que un par de uniformados pasen. Unos cuantos golpes después
entra alguien de aspecto diferente, cruza algunas palabras con los uniformados
en esa lengua foránea y después en perfecta lengua natal le habla al
prisionero, pide explicaciones, nombres, cargos y cualquier tipo de información
disponible. Se enteró así y entre los puchitos surgidos cuando lo golpeaban de qué
se trata el asunto, pero solo como una idea vaga, faltan piezas en su
rompecabezas aunque la imagen ya se distingue, cobra forma.
Observando el rompecabezas es
capaz de comprender que lo golpean las fuerzas armadas de otro país quienes han
invadido el suyo con el fin de promover la paz. Cada golpe en su rostro
consecuentemente es un grito de paz extranjera, incluso los abusos representan
la subordinación de su cultura a la cultura superior en manos del extranjero.
Cierra sus ojos, una lágrima rueda desde su mejilla. Después de ese último
golpe no les dice quien es el cabecilla de la guerrilla, no porque no quiera
decirles, solamente no lo sabe y ya cansado de decirles que no sabe calla,
calla para soportar el dolor, siente la gota rodar en su mejilla y recuerda el
río al cual seguido solía ir para disfrutar del aire, del paisaje, y del mismo río.
Le preguntan porque sus manos
están maltrechas, cuál puesto cumplía en la organización y con unas gotas de
sangre paga el hecho de contestarles que es artesano en un pequeño poblado. No
comprende aún porque nunca vio al juez, quizás estén ocupados atendiendo casos
importantes de su propio país… Y él ahora se siente extranjero en su país,
desconoce ese pedazo de cemento ubicados a unos cuantos kilómetros de la
capital. Una picana le recuerda las maravillas del país extranjero, ahora le recuerda las proezas del sistema
educativo y seguidamente el presupuesto destinado al ejercito en pos de la paz.
-Respete siempre la ley- repite su mente mientras sumergen
su cabeza, efímeros segundos, en una tina con agua. Respetó siempre la ley y se
olvidó de respetar la ley del otro país y piensa ahora –La culpa es mía por no
respetar la ley de aquel país y de aquel otro y de vaya uno a saber cuantos
más…-
Serápiens
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