24 de octubre de 2012

La desfiguración del ser en el ladrillo


Es como acomodar ladrillos de a uno en la pared, construyéndola paso a paso, quedando estos como engranajes, todo meticulosamente preparado. El ladrillo no puede por medio alguno abandonar su posición, la idea de la seguridad se presenta en la estructura como principio y el mismo se ha expandido sobre todos los ladrillos, quienes para mantener esa seguridad no deben plantarse la posibilidad de salir, es un hecho contraproducente. El intento de salir los llevará sin darse cuenta a la peor de todas las inseguridades.
El ladrillo intenta salir, prueba en todas las direcciones pero se encuentra perfectamente amarrado, “perfectamente seguro”. Ahí sobreviene lo temido: el ladrillo se cuestiona, dícese a sí mismo -¿Realmente esto es lo  seguro? ¿Qué habrá allá en donde no puedo estar? ¿Por qué me será imposible salir?- lo abraza la incertidumbre como un monstruo enorme que desea devorarlo, convertirlo en barro nuevamente.
La seguridad ahora le es presente como algo completamente ficticio, -no es una elección- piensa, no hay libertad. Entra en su mente la imagen de un ejército de marionetas marchando, encadenados desde el mismísimo nacimiento hasta el momento donde ingresan por las puertas de un gran horno al oscuro eterno de donde vinieron. Imagina otros ladrillos en esa prisión, -¿Cuántos serán quienes también han cuestionado el lema?- De pronto sus oídos se enteran de los rumores… Esa seguridad ficticia mantiene segura a la pared, la idea de convencer a los ladrillos de sus costados es una tarea titánica y ni hablar si se lo extiende a todos los que conforman la pared.
Se entera de esa frase impresa en algunos muros “yo no quiero ser otro ladrillo en la pared”. El ladrillo ya no quiere ser, reniega de su condición, desea elegir, QUIERE elegir, anhela la libertad que nunca tuvo y la anhela como si la no vida fuese esa libertad. Busca y le llegan rumores de quienes en ese anhelo acabaron sucumbiendo al hecho renovado del pretérito, pero este ladrillo tiene como convicción: no sucumbir. Piensa, es en lo único que posee plena libertad, en la posibilidad de pensar, pueden decirle “no pienses en eso” pero no pueden prohibírselo, no hay manera para ello. No puede salir de sus circunstancias, es lo que hicieron de él; piensa pero lo hace limitadamente, siempre fue ladrillo en una pared que prometía “seguridad”, ¿Hasta dónde esa condición impondrá los límites de su pensar? Él, al saberlo puede buscar romper con esta.
Desea ser pájaro, reniega de su condición de ladrillo, de su esencia, quiere ser pájaro pero no tiene alas, no tiene propiedades aerodinámicas, puede soñar con el horizonte y nunca llegar a él, la imaginación es infinita, hace uso y abuso de ella hasta que llega el momento donde dice –STOP- No se debe abusar de la imaginación, no es existencia vivir en el mundo del querer y no poder ser, solo se debería vivir en el mundo del querer ser dentro de lo que se puede ser.
Rompe miles de imágenes como si fuesen cristales, sólo para después emprender la nueva búsqueda, aún se plantea como romper con la incertidumbre. Jamás pensó en cual fue el deseo que lo lleva a querer salir, tampoco se detuvo a pensar en la finalidad de la pared y batalla nuevamente contra argumentos, contra molinos de viento, -¿Qué pasa si estoy de acuerdo con su finalidad?- no quiere pertenecer a la fila de los rebeldes sin causa, pero no lo es, no está conforme y nunca le dieron a elegir, parecen ser respuestas suficientes. Quizás su función es compatible con su querer pero su deseo no es ser pared, quizás desea ser piso o techo pero no pared. Seguramente lo limitaron desde la concepción y lo ingresaron a la pared al imposibilitarle ver las otras opciones posibles, quedo reducido dentro de una sola forma de ver la realidad y recién ahora descubre toda esa gama de opciones.
Ahora se ve a sí mismo como un ladrillo reduciendo el entorno de la incertidumbres, ya sabe donde está parado, siempre lo supo pero no con tanta certeza. Ahora se pregunta como romper esas cadenas…
Continuará…

Por serápiens

17 de octubre de 2012

Invasiones


Despertó un día sin ver, en el horizonte, la arena que ama, sin sentir el viento que ahora anhela. Solo un pedazo de cemento extendido en las cuatro direcciones lo rodeaba, algunas cuantas barras de metal se colaban donde faltaba el cemento con intención de que no faltase aire…
Cree no estar en su propia tierra, fuera de su cubículo algunos uniformados hablan en lengua extraña. ¿Dónde estaré? Se pregunta desconcertado, no hay nadie quien pueda quitarle su duda. Tres días pasa en el desconcierto recibiendo comida suficiente como para no morir de hambre, ese tercer día un hilar de barreras se alejan dando espacio suficiente para que un par de uniformados pasen. Unos cuantos golpes después entra alguien de aspecto diferente, cruza algunas palabras con los uniformados en esa lengua foránea y después en perfecta lengua natal le habla al prisionero, pide explicaciones, nombres, cargos y cualquier tipo de información disponible. Se enteró así y entre los puchitos surgidos cuando lo golpeaban de qué se trata el asunto, pero solo como una idea vaga, faltan piezas en su rompecabezas aunque la imagen ya se distingue, cobra forma.
Observando el rompecabezas es capaz de comprender que lo golpean las fuerzas armadas de otro país quienes han invadido el suyo con el fin de promover la paz. Cada golpe en su rostro consecuentemente es un grito de paz extranjera, incluso los abusos representan la subordinación de su cultura a la cultura superior en manos del extranjero. Cierra sus ojos, una lágrima rueda desde su mejilla. Después de ese último golpe no les dice quien es el cabecilla de la guerrilla, no porque no quiera decirles, solamente no lo sabe y ya cansado de decirles que no sabe calla, calla para soportar el dolor, siente la gota rodar en su mejilla y recuerda el río al cual seguido solía ir para disfrutar del aire, del paisaje, y del mismo río.
Le preguntan porque sus manos están maltrechas, cuál puesto cumplía en la organización y con unas gotas de sangre paga el hecho de contestarles que es artesano en un pequeño poblado. No comprende aún porque nunca vio al juez, quizás estén ocupados atendiendo casos importantes de su propio país… Y él ahora se siente extranjero en su país, desconoce ese pedazo de cemento ubicados a unos cuantos kilómetros de la capital. Una picana le recuerda las maravillas del país extranjero,  ahora le recuerda las proezas del sistema educativo y seguidamente el presupuesto destinado al ejercito en pos de la paz.
-Respete siempre la ley- repite su mente mientras sumergen su cabeza, efímeros segundos, en una tina con agua. Respetó siempre la ley y se olvidó de respetar la ley del otro país y piensa ahora –La culpa es mía por no respetar la ley de aquel país y de aquel otro y de vaya uno a saber cuantos más…-

Serápiens

10 de octubre de 2012

Condena

Y ves esa alma condenada, esa maldita alma que se sabe condenada, y se te cae la cara, se  derrite, se desfigura perdiendo su forma. Está encerrada en la vida marginal por una maquina endemoniada, un conjunto de engranajes tan perfectamente macabros que se los lleva el diablo.

De las manos de esa alma transmuta la condena, la desesperación cobra su forma mediante el grito o el chirrido de metales. La tinta negra deja sus marcas, la condena no es para quien tiene fervor por la vida, es un reto, una desquiciada meta para ser de obstáculo del demonio.

Suburbio es el lugar del alma, allí siente estar fuera de los muñecos opresores, fuera del vil teatro de títeres. Tiene razón, tiene permitido vociferar esas palabras.
Fuma un cigarrillo y manda su salud a la mismísima mierda purificando su alma. El cigarrillo en sus labios, el humo exhalado se convierten en requisito infalible de cualquier alma que esta condenada.

Su deseo de ver putrefactos los barrotes es aplastado cruelmente por la realidad concerniente a ellos, no puede pudrirse la materia inorgánica, pero hay cierta materia orgánica en medio de toda condena. Debe ser esa quien deberá despedir el aroma agrio, que resulte repugnante para las ratas y cucarachas.

Manos sosteniendo cadenas, eslabón tras eslabón, masacre de las letras y el rojo emerge de las hojas, bajo la persuasión de que la flor esta maldita.

El alma condenada esta bajo la dicotomía de ser blanda, de ser dura, la caricaturizan de dura... y de a golpes se ablanda la goma.

Maquinaria canalla, fracasa al querer ahogar el alma. El ron su medio dispuesto, la atroz borrachera provoca la expulsión, más digo el vomito de las palabras que la alcantarilla escribe en paredes ajenas.

A cada instante muere el alma, a cada instante revive el alma. Su voz ronca es causa de su ambivalencia. Historias de un hombre que pena, figurando la belleza de la tragedia, del sufrimiento, de la maldición. Se transporta en el tiempo.

El alma condenada se libera solo cuando perece el cuerpo.


por Fernando Klap