27 de agosto de 2012

Lo que dicen los sueños


Una vereda es lo único que tengo delante de mí, hasta  que llegado el momento se corta y dobla, pero  yo no me apresto a doblar, quiero seguir la misma línea sin saber mi dirección. Debo cruzar la calle. Cuando el semáforo me da el visto bueno retomo la marcha, mientras cruzo veo un gitano de esos que leen la suerte, me apresuro a esquivarlo sin dejar de relojearlo. Me causa intriga cómo esas personas a través del ingenio logran convencer de que leen la suerte, o ven el futuro.
Alguien cerca de mí, un joven universitario, lleva una mochila sobre sus hombros, no es tan esquivo con el gitano -Me llamó la atención su aspecto, la mochila, su mirada y su forma de andar, parece altivo pero a su vez genera humildad- Oye al gitano decirle -¿Quieres que lea tu suerte? Claro, sería algo lindo de escuchar aunque no sea de quienes creen en ello. Aminoro el paso, por alguna razón esas palabras quedan resonando en mi mente.
Llego ya a la otra vereda, doblo a la derecha, ellos también doblan a la derecha, como sí siguiesen mis pasos –Qué conveniente- EL gitano hace sus predicciones, todas a medias, no arriesga nada y mantiene un nivel cauteloso. Termina sus oraciones con interrogaciones encubiertas para sacar datos que le sirvan y guiar la conversación a su conveniencia, él asiente y acota. Me rio cínicamente, son todos iguales, su profesión es ver a través de los ojos de las personas y buscar sus reflejos en ellos. No predicen, son artistas del desnudo, desnudan con sus interrogantes encubiertos y sus aciertos genéricos para luego vestirte, usando prendas que tu deseas. Ya te descubrieron… Ese es su arte: desnudar, descubrir y vestir. Mantengo la mueca sin parar la marcha y sin olvidarme de la conversación que se desarrolla tras de mí. El gitano va a lo laboral, le predice que su trabajo futuro rendirá frutos siempre que mantenga esa cautela con la que afronta su vida y luego acota que llegará a ser alguien si nunca se olvida de la humildad, advierte que el éxito será solo una mera máscara falsa sí sucumbe en ese olvido. Algunas reflexiones me sorprenden, me agarran desprevenido, pero luego quedo boquiabierto al escuchar las respuestas del joven. Hay sabiduría en esas dos almas, ahora deseo no haber esquivado al gitano, pero soy consciente de que rápidamente me hubiese desnudado como sé que ellos son conscientes del uso dado a sus sabidurías. El gitano también lleva a cuestas la carga de la experiencia dada por los años. Quizás si hubiese elegido otro rumbo habría llegado a la cima del éxito, pero debo admitir dos cosas, el éxito ese sería la máscara de la que previene al joven y  por otro lado el verdadero éxito ya lo alcanzó. Existen pocos hurgadores tan eficaces y pocas personas dispuestas al juego. El entra seguro de sí mismo y tan seguro está que se dispone a perder con el gitano
Existen razones ocultas o solo intentos y deseos de encontrar razones, podría buscarlas o solo decir: la ausencia de rumbo definido intercedió para que, a la cuadra siguiente, me apreste a cruzar nuevamente la misma calle. Me detendría aquí, pero más misterioso me resulta el hecho de que ellos también la cruzan, alguien desea que los escuche, ellos juegan pero capáz no sea entre ellos, yo sería su objetivo, pero no, lo descarto. Estoy en una situación de paranoia de la cual debo alejarme, prefiero creer en coincidencias a destinos prefijados, prefiero coincidencias como la que ahora acontece sobre mi derecha. ¿Desde cuándo esta ella ahí? Y de pronto acude un deja vu, ¡no! no es eso, es… Es un retroceso en el tiempo, también ella estaba allá, caminando por la otra vereda cuando crucé la calle, pero mi mente ajetreada no reparó en ese detalle. Ahora sólo después de mirarla directamente la veo, ella parece ausente o solo no presta atención en mí, vacilo antes de acercarme un poco más y saludarla. Un: ¿Qué haces por aquí? Queda suspendido en el aire, ella me mira y habla – Por alguna razón te odié y esquivé los encuentros, te odié cada vez que los sonidos propusieron ese encuentro, sólo en esos momentos corté los hilos para que no sucedan, pero te odié al no reconocer la esencia de esos encuentros.  Después comprendí, comprendí  aquello que se apresuraban en ocultar y aquello que ocultaban. Calló y en ese silencio recordé las palabras finales que el joven respondió al adivino “Ya sé estas cosas que tú dices, no vas más allá y en esas cartas que juegas te olvidas de algo, te olvidas que ya tengo decidida la carta que jugaré. Tengo la posesión de la carta que pretendo jugar, ves a través de mis ojos y sabes más de lo que has dicho, incluso tienes ya tu propia hilera de cartas dispuestas a entrar al juego para probar ganarle a la mía. Pero no pudiste ver dentro de mis ojos dos cosas: ésta jugada y que el jugador era consciente de poseer “ésta” carta. Eres un buen hurgador, un buen buscador, no hizo falta mirar tus ojos. Reconozco tu victoria en caso de seguir, pero ese último silencio del que te valiste fue una profundidad más allá de mis ojos y sabes que no puedes vestirme porque mi naturaleza es permanecer desnuda, sabes también que tu victoria no significa mi derrota, que hoy no se trata de ganar porque ya te es imposible desvelar la carta como un misterio caído del cielo o un acto de fe. Yo tengo mi carta y tú las tuyas, los dos resultamos ganadores, ambos hemos crecido, te irás sabiendo algo nuevo a la vez que me brindaste algo de ayuda, otro día encontrarás almas más perdidas que necesitan quien les haga de espejo, pero yo en este espejo ya me ví completo y tú viste mi carta” El gitano miró sus ojos y se fue agradecido, pero antes acotó “Ya dijiste todo, incluso arrebataste mis propias palabras, hasta pudiste ver el porqué de mi elección. Hace mucho que no tenía un encuentro fortuito y tan agradable como éste. No queda más que despedirme agradecido”. Después ambos marcharon hacia rumbos contrarios.

Por Serápiens

19 de agosto de 2012

No mira, no escucha, no habla

No mira,
no escucha,
no habla

Tiene ojos, no los usa
ve aunque no mira.
Tiene oídos, no los usa
oye pero no escucha.
Tiene boca, no la usa
gesticula cosas vacías, sin coherencia.

No mira la miseria,
no escucha gritos de justicia
y calla cuando algo mira,
y calla cuando algo escucha.

No grita ante el maltrato
no cuestiona, ni siquiera habla.
No mira, no escucha, no habla.
¡SILENCIO! Esta aislado
he dicho ¡SILENCIO!
dejadlo tranquilo.

No los escucha,
tampoco los mira,
menos les hablara.

¡Quiten esas imágenes!
Son innecesarias
¡Qué nadie se le acerque!
Con nadie hablaría.

No mira el mal,
no escucha a los inconformistas
no habla... ¡él! Quedado en la indiferencia
no mira, es su rutina,
no escucha, es su lema
no habla, es su ley primera

-¿Que paso allá?
¿Vos estuviste?
¿Fuiste testigo de la violación reiterada
a esos que le dicen derechos humanos?-
-¿Lo miraste?-
-No-
-¿Lo escuchaste?-
-¡No!-

No habla, calla
No cuestiona, calla
no levanta su voz, calla
esta oprimido
sin necesariamente estarlo
es un nadie, es un alguien
¡Qué importa ya!
Es un indiferente
no vive o parece que no vive
respira, si respira, pero... ¿Vive?
No escucha, no habla, no mira
¿Para qué vivir entonces?
Mudo, sordo y ciego sin serlo

Camina sobre el camino pautado,
camina sin esperar sorpresas,
camina sin sorprender a los demás,
camina donde todos han caminado,
sin mirar a los costados, hay muros inmensos,
sin escuchar, lo muros son de silencio,
sin hablar, todos van callados.
No mira, no escucha, no habla
no escucha, no mira, no habla
no habla, no mira, no escucha
no mira, no habla, no escucha
sin importar el ¡maldito! orden.

No escucha,
No mira,
No habla

Calla y calló ante las inclemencias,
quizás también callará,
es uno más sin diferencia en su ser
aunque parecen haberlo en la escala social
pero desde abajo hasta arriba
presentando todos esa misma manera de ser


Por Serápiens

12 de agosto de 2012

Oda a Localinda


Localinda, por ti escribiré mis versos y suspirará el viento, cantarán las plantas y bailarán sus hojas. Fueron días los que te busque, unos desencuentros no impidieron que luego surjan los encuentros. Nuestros alientos fueron primero, nuestros olores se mezclaron y nuestros cuerpos rozaron después… Almendras son las gotas de recuerdo que rellenan los bombones, el viento agitado se escucha con nostalgia, las calles están vacías a pesar de estar tan populosas, los murmullos son opacos… ¡Oh! Localinda, reina de las alondras y de las sirenas, ¿Dónde está ese mar que te vio nacer? ¿De qué comida te habrán alimentado para formar tan magnánimo carácter?...
Detrás de los arboles sueño con ver dos presencias olvidadas del correr de la arena y del devenir… ¿Habrá algo más preciado que esa tierna locura? Recuérdola en la soledad de los lagos, a través de los dibujos en la arena y el cantar del bandoneón, o en aquel puerto con ese vestido marrón. Recuerdo, entre mes, haber rumbeado puerto en puerto con mi guitarra y mis penas buscando esos ojos que reflejan mis imágenes, esos ojos que desnudan tu persona. O aquella noche de ensueños cual nunca supe si alcance a dormirme en los confines del paraíso, fuimos expulsados del edén por morder de esa manzana y recorrer aquellos poéticos paisajes… Allá en la noche donde el tacto opaco al sonido y el viento lejos llevo las imágenes, solo una presencia conjugada dejo en la escena. Después las aguas termales invadieron el espacio y desearon ahogarnos en el deseo.
¡Oh! Mi bella localinda, ¿Dónde estarás ahora que deseo que el recuerdo sea presente y el presente sea tangible?
Hablamos de plantas y verduras, en el fuego cocinamos todo y nos miramos sin cortar la distancia, a escondidas del cielo hubo una unión nuevamente pasajera, el cielo trajo las quejas de un bandoneón después, tomando fuerza esa melodía lejana para cocer aún más esas almas encontradas. Hoy, hoy es hoy, como mañana será ayer, el ayer que deseo, el ayer que anhelo, el recuerdo transmutado en presente, el señor de traje que nos guiña un ojo y la señora que lanza una breve carcajada.
Localinda de los sueños, localinda reina del presente


Juan Gregorio Rivas