Vente, vente, gritaba la voz de una
madre, te vas a resfriar, resonaba luego en aquel lugar solitario,
donde ya no estaba la madre ni la niña, pero se conservaba el eco de
esa voz tan dulce. El lugar, invadido por la soledad, parecía una
imagen guardada en el recuerdo, inmutable en su calidad de imagen.
La niña dejo de ser niña hace mucho
tiempo y su inocencia fue arrebatada felizmente, para ella, en plena
adolescencia por un muchacho de quien fugazmente debe de haberse
enamorado.
La niña dejo de ser niña, pero la
madre siempre será madre incluso para las malas noticias, aunque
nunca las hubo.
La niña fue una de aquellas que de
grande tuvo la posibilidad de asistir a la universidad, ella se
graduó, consiguió trabajo, tuvo muchos pretendientes y con uno
perduró en el tiempo, con él se embarazó dos veces y las dos veces
fueron exitosos. Esos niños de más grandes seguro irían a la
universidad.
La que una vez fue niña, en un momento
difícil, le tocó asistir al entierro de su señora madre, y lloró
por montones. Poco después sobrevino el del padre, luego ella
envejeció, se jubiló y en determinado momento el deseo de vivir en
ella se marchitó. Ese día, le tocó llorar a sus descendientes y
seres queridos.
No hubo nada excepcional, fue una
historia de las miles anónimas...
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