Bestias zaparrastrosas erguidas en los
confines de la humanidad, rodeandola con círculos teñidos de rojo,
¡bestias con hambre de oprimir los botones de esos tristes sacos
negros que descansan en grandes demonios!.
Bestias zarrapastrosas quienes ríen
cínicamente al continuamente cambiar, transmutar y trastocar la idea
de bien y mal que alguna vez obligaron sin látigo y otra vez con
látigo a esos quienes no ven ni siquiera ese rojo furioso impreso en
los limites del maldito círculo.
Bestias zaparrastrosas jugando el papel
de amo, ¡mintiendo mientras regurgitan verdades! para que ese
apestoso, mas bien asqueroso no se lo codicie.
Bestias zarrapastrosas a quienes algún
descuidado depositó el destino de miles de cuerpos, el destino de
los calcinados y de sus opuestos a falta de nombre
Bestias quienes se disfrazan como
vencedoras de Hércules, de Aquiles y de otros grandes héroes
mientras ocultan que fueron solo individuos desorientados por no
estar acompañados.
Bestias fuertes que ante el soplo del
viento, la unión de voces, la fuerza del sonido y de las palabras
pueden simplemente ser tumbadas y perecer en el recuerdo (el olvido
no es deseable al dar la posibilidad de que vuelva a suceder)
Bestias quienes le temen a las voces
transportadas por los cuatro vientos, a los aullidos, a los temblores
de los pies, al fluir de los papeles, al resonar de los bombos.
Bestias quienes le temen a los libros
que no perecen, a los genios que no callan, a las personas que desean
abrir ojos, a los abridores de ojos y a quienes los abren.
Bestias amantes de la rutina, amantes
de lo cotidiano, de la ignorancia, del no asombro, bestias que se
muestran fuerte ante lo que aman
Bestias zaparrastrosas, ilusiones de
bestias... Bestias quienes se muestran fuertes sabiendo a priori de
ser débiles...
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