9 de noviembre de 2011

Secuencia aromatizada




El sentía el olor de la taza de café con canela, lo sentía cada vez más intenso a pesar de no tener ni siquiera cerca la taza, pero así se le presentaba el recuerdo, así empezaba con algún aroma de aquel día y este recuerdo a veces creía tenerlo acostumbrado. Un taza de café primero como un símbolo de nostalgia se atrevía a pensar en ciertas ocasiones, aunque después se desvanecía como se desvaneció aquel día en su cuerpo el café, pero todavía no comprendía y quizás nunca comprendería de donde provenía el olor a incienso que después venía, quizás el primer día que lo recordó se encontraba cerca de algún incienso “accidentalmente” prendido… Igual no le importo porque este olor a incienso coincidía con la escena siguiente aromatizando ese silencio que caso contrario se hubiese tornado insoportable, habrán sido un par de segundos, un par interminable de ellos y para colmo ese silencio es fácilmente comparable con algún parasito invasivo. Pero después llegaba a su mente una serie desordenada y mezclada de aromas, algunos disonantes, otros complementarios, otros sin ningún tipo de relación y también estaban los opuestos, sus ojos o su mente, quien sabe cual, se negaban a reproducir la escena y la dejaban a la voluntad del olfato, a la voluntad de los simples aroma por no usar la palabra intrincado.
                Ya en esos momentos, acompañado por un aroma salino, en sus ojos se figuraba una que otra lágrima como una especie de lazo hacia el siguiente aroma, la putrefacción pura si lo exageramos ¡O NO! Un aroma agrio recordándole el final de la escena y para mantener extrañamente esa homogeneidad su mente saltaba un par de horas casi bailando, cuasi armónica para llegar a la noche donde otro aroma tendiente a ser agrio se disipaba mientras el vaso, que sostenía en la mano y apoyaba en sus labios, vaciaba su contenido

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