6 de noviembre de 2011

las vueltas del circulo




El la ve el miércoles, la mira y le dice -¡no se! ¿Qué te parece si el sábado hacemos un día de campo?- jamás sabrá porque se le interpuso ese maldito no sé, igual para nuestra historia no  nos interesa, -¿adónde?- le pregunta ella –miremos el mapa y decidamos- y tomando una pausa él, ante la mirada de ella que parece querer asentir, prosigue –te pasare a buscar cuando el reloj de las nueve- el decirlo de esa manera producía en él la sensación de estar en alguna de esas películas, imaginándose ese tic-tac característico que producen las agujas al moverse.
El ya se ve ese día levantándose a las 7 de la mañana con un rock el cuál oficia de despertador, preparando todo meticulosamente, cargando el termo, el mate, un paquete de galletas, -¡huy!, lo olvidaba- la yerba y en el instante a punto de salir se acordó de su nuevo cuaderno, uno de estilo medio hippie que se compro  hace poco para escribir, se veía poniéndose un morral que no posee, cerrar luego la puerta al salir, escuchar el golpecito que la misma daba y después dirigiéndose calle abajo, al dpto. de ella, tocar el timbre una vez y ante el –hola- que ella responde, dice –soy yo, ya estoy.- luego un –espérame- uno o dos minutos después el ascensor se abre, ella sale de al pasillo, lo atraviesa, abre la puerta del edificio (o son demasiados obstáculos o me pierdo en detalles, espero que me sepan perdonar) y luego mientras la puerta se cierra, ella lo saluda, se miran solo unas milésimas de segundo y emprende camino hacia la terminal, el colectivo hace horas los espera a ellos dos y ellos sin preocuparse serenamente caminan en silencio, un silencio tan extraño que ni se le ocurre incomodar, más bien produce en ellos cierta felicidad “pacífica” y de esa forma llegan a la terminal, suben al colectivo, pagan el boleto, se sientan en la cuarta fila, ni una más ni una menos, ella con el privilegio concedido de estar al lado de la ventana. Es allí donde el inicia la charla, por algún motivo lo primero que vino a su mente es hablar de libros y literatura, luego un cambalache de temas suceden a este, hasta que el colectivo arriba a ese pueblito, bajan del mismo y sin dubitar caminan alegres hasta el rio, se sientan sobre sus orillas, procede sacando el termo, acaecen los mates y la cebadas las cuales entremezcladas con el habla se confundieron. Permanecen así largo rato hasta que del termo se fugan las últimas gotas de agua y el último mate hace su ruido característico al acabarse. Se recuestan relajados un rato y luego coordinadamente, “por el cosmos”, los dos al unisonó se levantan, recogen y guardan las cosas desparramadas sobre el suelo, llevan la basura al correspondiente tacho que las espera para colmo y emprenden la caminata por la rivera del rio, caminan largo trecho mientras hablan de la vida, de los locos y los delirios. Encuentran una bella planicie y creyéndolo conveniente el saca un dispositivo el cual permite reproducir música y se ponen a bailar, entre el verde y las flores, entre el cielo, los pájaros y las piedras, un hermoso tango, aprovechan para bailar alejados del mundo, rodeado de naturaleza y las horas pasan, el sol  se corre y el reloj, ese maldito que nunca se tomo el atrevimiento de frenar, les propone el retorno, hace que la realidad acontezca, es un miércoles y ella todavía no le contesta pero el reloj impaciente vuelve a marcarle su error y realmente es cuando él vuelve a la realidad, es un domingo por la noche cuando él se ha dado el enorme lujo de imaginar dentro de otra imaginación

1 comentario:

  1. Vaya, fascinante texto, y la culminación, no me pudo gustar más, tienes una buena perspectiva de la existencia, me gustan tus formas, muy particular.
    Fructíferos saludos
    Brenda Ladurie

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