18 de abril de 2012

Excremento en la menor


No me sale usar malditas palabras, ni palabras condenadas, hablar vociferando insultos horribles y atroces, referirse acerca de un cabrón como un reverendo hijo de puta o de una persona agria de mal sabor quien puede cagarte fácilmente, en esta ciudad de mierda donde la apestosa contaminación te nubla a veces la maldita visión de lo espesa que es ese excremento, una ciudad atestada de edificios, repleta de pindorchas paradas como si el regocijo del hombre estuviese en esa necesidad de decir: tengo mi departamento en una pindorcha más grande. Rabia despiden algunos infelices quienes en su desmedida ambición los hijos de puta deciden escalar montañas de bosta para mandar a todos a las grandes licuadoras y extraer todo el jugo posibles de ellos antes de mandarlos al infierno como pobres bestias que en su descuido fueron paridas y traídas resignadas a este mundo del hastío. Miles van y vienen como ratas que pululan en los alcantarillas, rodeado de heces que no son para los murciélagos chupa-sangres aunque de estos también los hay y suelen ser los detestables amos de esas ratas “execrables”. Se dan maña mientras un desquiciado mueve su mano de arriba a abajo por no tener a quien romperle el pedazo de cuerpo posterior a la altura de la cintura aunque estos desaforados cuando encuentran al primero buscan al segundo porque ya se olvidaron de la masturbación y necesitan cuerpo, cuerpos y más cuerpos, esa es la que va: cuerpos, carnes frescas, personas que terminaron destruidas de tanto ser garchadas, malditos infelices, pobres infelices, malditos hijos de puta, garcas de primera, insaciables como diablo ante los ojos de esas mierdas que los dejan de seguir con su trance y continuar la rutina.

1 comentario:

  1. A veces me atrevo a entrar en formas de escribir con las que no me siento cómodo para practicar y enriquecer mis propias formas

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