“el hombe que fui se
perdió y el que soy salió a buscarlo”
Pedro Verlaine
Aparece
por esa puerta escapando de alguien o de algo, se lo percibe en su
rostro, preso de desesperación, agitado de tanto correr, atino a
pensar. Yo lo observo desde lejos, no me atrevo a preguntarle nada,
además él ni cuenta se da de mi presencia, apenas entró cerró la
puerta, acto seguido se sentó con la espalda apoyada en ella. Huye,
eso es indudable, resulta fácil dar con dicha opción, pero surge un
interrogante inevitable, ¿de quién huye?, esa pregunta me sofoca,
ese interrogante, esa duda me lleva a inspeccionarlo de pies a cabeza
y de cabeza a pies, no me atrevo a emitir ruido, ni uno solo si se
los puede contar, ni siquiera el mínimo chasquido, prefiero esperar
que se calme, que se sienta seguro y tome confianza en este ambiente
al cual, quizás accidentalmente, en tal desesperación osó meterse.
La
habitación se encuentra sumergida en la oscuridad pero no
homogéneamente, mientras más cerca se este de la puerta mayor será la claridad, yo estoy completamente en la oscuridad y es este el
motivo por el cual puedo verlo sin darse también al revés. Estamos
los dos sumergidos en el silencio, en el silencio de la habitación,
silencio cómplice, en cambio afuera es perceptible un silencio
perturbador como ese que precede a las tragedias pero tampoco
exactamente, posee algo más raro, algo entrecruzado en ese silencio,
algo sujetado a este lo convierte, lo mezcla y yo me estaba dejando
llevar por ese silencio, pero me doy cuenta y vuelvo a dirigir la
mirada sobre aquel hombre, sentado allá, lo observo detenidamente
hasta que llego a una de sus manos, siento algo extraño e
inmediatamente retiro la mirada pero soy curioso y vuelvo esta vez ya
prevenido sobre su mano, de ella brota sangre, el hombre está herido
es la conclusión fácil, pero sobreviene algo difícil, está herido
pero sin embargo aquello que brota no es sangre, el liquido no es
rojizo, es más bien azulado, ¡sí!, increíblemente es azulado, yo
también estoy sorprendido y me provoca más extrañeza aún.
¡Quizás!... ¡quizás! No hay caso, me quedo mudo de pensamientos,
en el quizás no se me ocurre a que atribuirle ese liquido, pero me
deja una impresión de soledad, algo frío, ¿Será el azul? Me
atrevo a preguntar, quizás su soledad este herida después de todo
el hombre es un ser que anhela la sociedad pero este hombre parece
huirle, parece haberse encontrado sumergido en ella por una
eternidad, pero una eternidad enjaulada en minutos, horas, días,
hasta años, en un tiempo efímero y ahora parece huir de esa gran
pileta en la cual casi se ahoga, su desesperación debe provenir de
allí, ¿Acaso yo no hice lo mismo hace años cuando estuve herido?,
¿Acaso él no es mi reflejo? se me viene a la mente esto último y
me obliga a mirarlo de nuevo, lo miro ahora no como alguien que me es
completamente extraño, lo miro con curiosidad, observo bien ahora
sus facciones, su corte de pelo tan formal, su saco, sus pantalones,
sus zapatos negros lustrados, sus medias de vestir y me comparo, toco
mi camisa a rayas, mi barba que ya no soy consciente de cuánto
tiempo lleva creciendo, el pelo en la misma condición, mi pantalón
ahuecado, mis zapatos negros gastados, mis med… Pero ese detalle
antes no se me cruzó por la cabeza, mis zapatos son iguales a los
suyos, entonces fijo mi mirada en su saco, en las intersecciones del
mismo descubro una camisa a rayas y para mayor sorpresa es igual, él
soy yo pienso o ¿yo soy él?, estamos reunidos en la misma
habitación. Él vino huyendo del exterior, debe estar cansado de la
etiqueta supongo, el debe estar apabullado, huye pero quizás no
huye de ellos, puede estar huyendo de sí mismo.
Me
resulta raro seguir hablando de él si él soy yo pero no lo siento
así, no lo siento, se que somos lo mismo pero somos la disyuntiva de
una dicotomía parados en la eternidad del instante y sin preámbulos
continuo inspeccionándolo, todavía analizo el porqué de aquella
escapada, su fundamento y saco argumentos evaluándolos para
cerciorar su veracidad, intento buscarlo, descubrirlo, encontrarlo,
lo veo cansado, cansado de luchar, ¿pero contra quien? Contra sí
mismo, contra ellos, contra mí que estoy escondido (en realidad
oculto), contra la nada o contra el todo, ¿pero contra quien?
Repito, necesito respuestas, soy un ser hambriento de ellas, pretendo
conocerlo, quizás podamos ser amigos, cansado debe estar de ser lo
que es, una sola estructura tangible, de ser también lo que se
espera de él, de ser cuadrado a secas, de tener solamente las
virtudes aceptadas y porque no, los males aceptados, ¿De qué
estará cansado? Repito varias veces mirándolo de reojo. De pronto
interrumpen ruidos provenientes de afuera, pongo atención, son voces
gritando, cosas en movimiento, me detengo a escuchar los que creo ser
rugidos de los edificios, ahora los bramidos de las calles, las
lágrimas de los arboles, su goteo continuo, el dolor de las plantas
con sus gritos mudos, esas malditas risas siniestras de unas pocas
personas, en otras palabras me detengo a escuchar al mundo exterior,
quizás mi oído conecto con el de él pienso, pero ¿Quién
exactamente es él?, agobiado vuelvo en mí y recuerdo que permanezco
aquí en esta habitación encerrado hace ya tanto tiempo que no puedo
recordar cuanto y para colmo tengo ahora la visita inesperada de él,
puedo decir inoportuna pero qué razón hay para decirla inoportuna
si antes de su llegada me encontraba aquí, tal vez en la penumbra,
pero aquí solo en el silencio y en la seguridad de esta habitación,
me encontraba a gusto aunque siempre sentía la falta de algo, una
ausencia y a causa de ello no estaba del todo a gusto, ese algo a
veces me afligía, a veces lograba apoderarse de mí, pero ustedes ya
me conocen en demasía, ya les he estado hablándoles horas de mí en
otras ocasiones, horas cuando estaba solo pero ahora estamos ante la
presencia de un huésped, un conocido huésped.
Ahora lo veo y no puedo dejar de pensar que él fue un viejo amigo
mío a quien un día lo perdí, ¡Sí, un día! Fue aquel día que me
refugie aquí recuerdo ahora, en ese entonces ninguno de los dos era
así, ninguno de los dos pero algo ya nos perfilaba, había algo en
nosotros que nos llevo a separarnos, una cierta discoincidencia, yo
me refugie aquí, no pretendía cambiar, quería permanecer
inmutable, mi esencia prolongada en la eternidad, suena lindo ya
decirlo, aquel día me fui sin decirle adiós, tampoco le di
instrucciones para buscarme, ¡claro! Por eso me sorprendió verlo
entrar por esa puerta, que iba a imaginar que de tantas puertas y de
tantos posibles huéspedes él, justo él, en función de huésped
entrase equivocadamente por esa puerta. Yo me fui sin darle
instrucciones pero ahora recuerdo haberle dejado pistas. Sí, deje
pistas, ansiaba irme, alejarme pero deje pistas, las deje para que
pudiese buscarme cuando lo necesitase, en el fondo esa era mi
intención, que me buscase y ahora que está convaleciente me
encontró. Ahora me entra la duda, quizás no fue un accidente, en
tantos años seguro debe de haberme buscado en una o más ocasiones,
tal vez hace años me encontró pero nunca se atrevió a traspasar la
puerta. Una vez vino alguien, podría haber sido él, lo sentí del
otro lado mirando hacia la puerta, creo que permaneció durante horas
pero después se retiró como quien se hubiese equivocado, recuerdo
que aquella vez mi corazón se lleno de esperanzas, se lleno de
regocijo ¿y cómo no se iba a llenar sí fue tan solo unos pocos
meses después de que me separe? Y solamente ahora, luego de
transcurrida una eternidad el desgraciado acude a mi puerta,
convaleciente. ¿Pero pudo haber resultado herido en la huida?
Debería de estar cansado de ser a partir de lo que hacen con él,
entonces es lógico que emprenda esa difícil huida. Sí, mucho valor
debe haber tenido para atravesar esa puerta o mucha desesperación,
no importa si total la desesperación suele infundir accidentalmente
valor al desdibujar los límites del miedo y el temor, pero también
puede haberse dado que ese camino difícil por cual debió venir haya
producido la desesperación.
Huía,
huye, eso está por demás claro.
Vino a mi encuentro, eso no puedo asegurarlo.
Me encontró, eso está también claro
Pero él no lo sabe, eso tampoco puedo asegurarlo
Vino a mi encuentro, eso no puedo asegurarlo.
Me encontró, eso está también claro
Pero él no lo sabe, eso tampoco puedo asegurarlo
Pero
no lo sabe o se hace el distraído, he aquí la cuestión y permanece
ahí tendido en el suelo, tan calmo ahora pudiendo ser eso lo
encargado de brindarle la seguridad presente. Puede ser, sin embargo
no pretendo darle el gusto de descubrirme, no aún, quiero
inspeccionarlo más, deseo llegar hasta los lugares más alejados que
mi vista y mis sospechas puedan alcanzar.
(continuara)
Estas serían las dos primeras partes del cuento que estoy escribiendo, en realidad ya lo tengo en papel pero la falta de tiempo hace que me demore al transcribirlo en la pc y editarlo
ResponderEliminarMuy bueno!!
ResponderEliminarCarlitos is approved! :P
ResponderEliminarguacho!! esta remil buenOo!!!!! una masa!! mati
ResponderEliminarLINKS Para descargar el cuento entero dividido en dos versiones, en una entrada posterior esta explicado un poco mejor:
ResponderEliminarhttp://www.safecreative.org/work/1202211118355 "del orto lado (largo)"
http://www.safecreative.org/work/1202211118379 "del orto lado (breve)"