El viento se aparece de repente,
mientras el camina hacia la facultad,
lo abraza a las diecinueve horas, levantando la tierra
de una ciudad en sequia.
En el poniente la luz del atardecer
junto con la tierra espolvoreada
tiñe de sepia el cielo celeste
y el camina paso a paso contemplando todo
con los ojos de un niño asombrado,
espera la lluvia anunciada,
esa que se hace rogar.
Las nubes dejadas llevar por el viento
de a poco ocultan el sol,
pero el sepia persiste, él lo sabe.
Al unisonó de su marcha
entra a la facultad,
mientras afuera el clima esta aferrado a mantenerse.
Dos horas después
regresa a su casa en compañía del viento
el cual una extraña alegría en el produce,
pero la lluvia no ha llegado,
la muy irresponsable falto a su cita
y la tierra la añora, con gritos secos la llama.
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