15 de febrero de 2012

Del otro lado (parte 3)


Fue en la universidad cuando nos separamos, fue por aquellos años cuando empezó a estar cada vez más sumergido en la sociedad, entrando incluso a la conformidad, esa fue una de las disonancias, una de las tantas, ¡él, un conformista! Y yo rotundamente me negaba a serlo, fueron largas discusiones, a veces duraron días y él bajo quien sabe que especie de juez entro a ganarlas, quizás el juez del cansancio ese que ahora debe haberse tornado en contra y lo apabulla, él las gano, todavía me pesa ¿a costa de que las gano? Lo cierto es que las gano deseando ser derrotado pero yo no pretendía insistirle, no, prefería mantenerme un tanto distante, en el fondo lo abandone porque siempre quise que me busque, no quería insistir, con eso seguro no lograría nada, pero tantos años pasaron ya, ¡tantos! En ese entonces cuando vine no estaba vestido así, ¡no! estaba vestido de otra forma, tenia puesto un Jean, los dos teníamos el misma Jean porque claro, los dos éramos uno mismo en ese momento, todavía no había ninguna separación, veníamos distantes de hace meses pero no todavía en la forma de vestir, los dos llevábamos una remera con dibujos en ella pero no recuerdo como eran. En ese entonces yo me vine hacia acá y con los años fui cambiando la ropa, debo haberla ido cambiando según la iba cambiando él, yo un día tenia bermudas, otro día un pantalón pero siempre presentaban en mi el mismo formato, en otras palabras el tenia un pantalón bonito, nuevo y yo tenia uno igual pero más rotoso. Las ropas formales que el empezó a usar no me gustaban, pero al ser parte de mi debíamos tener la misma ropa, por eso los dos estamos con esta camisa, con este pantalón, con estos zapatos, los dos iguales. Cada vez que cambiaba de ropa me percataba de sus cambios por el estilo pero como hace tantos años que no había cambio me olvide de que ambos usamos la misma ropa, fue una eternidad donde la imagen presente es con esta ropa. Ahora, al verlo, recuerdo de todos estos cambios, pero siento que paso una eternidad, hace tanto que no cambio de ropa, hace tanto que no tengo el gusto o ese sentimiento que tenía de ver en que me estaba convirtiendo que ya me había olvidado… Pero sigo inspeccionándolo, sigo buscándolo para ver si en algún momento encuentro aquello que el quiere, me acuerdo todavía de aquella ropa, me encantaba no como esa que usa ahora, de traje y corbata.
Para él los años pasaron, pero para mi no, mi cabello no ha cambiado durante quien sabrá cuantos años, es parecido al de aquella época pero más desprolijo porque nunca dejo de crecer y nunca me lo corte, es parte de mí, es mi esencia y no deseo un corte como el suyo, un estereotipo, lo esquive antes y lo esquivo ahora. Los años en la linealidad del tiempo para mí no pasaron, me quedé estancado mientras los suyos transcurrían, envejeciéndolo, parece tener como cuarenta años. Lo deje a una edad cercana a los 20, en una época bastante especial, era invierno y en ese entonces nos encontrábamos en plena época de parciales por ello no se percataría de mi huida, de haber quedado abandonado. Meses después, un día de verano, mientras tomaba una cerveza fría, relajado se acuerda de mí, se da cuenta que me fui, aunque no se realmente si esto paso, realmente esa era mi ilusión, así creí que se precipitaría el recuerdo ante el olvido, pero en esas intenciones pretendía que viniese a buscarme, cuando el tenga tiempo para pensar seguro se acordará de mí y me buscará, era una simple pretensión, casi una sentencia, ¡Pero fui un iluso!
Después de todo SOMOS parte de algo: SOMOS una dicotomía, SOMOS una disyuntiva a partir de esa dicotomía. Yo como un recuerdo en su mente, él como un recuerdo en mi mente, disimulados ante la eternidad.
Tantos años pasamos en esta habitación que al estar tan familiarizado con ella me olvido de todo lo que la misma encierra. Nos encontramos sumergidos en una oscuridad selectiva pero no progresiva por el hecho de la lejanía, más bien por el hecho de la cantidad de cosas que no separan en esta habitación, cosas que deben iluminarse a su debido tiempo. A él lo puedo ver, lo veo claro pero lo veo gracias a los intersticios existentes entre la cantidad de objetos los cuales nos separan en este espacio, y él gracias a lo mismo y a la oscuridad presente no me puede ver. La habitación no esta vacía como se atina a pensar cuando no hay ninguna aclaración de sus contenidos, ¡no!, la habitación esta repleta y puede ser tortuoso su recorrido entero, esta repleta de cosas pero no cosas como una mesa, aunque una imagen de la misma, de alguna en particular, debe estar por aquí porque eso a lo que genéricamente le llame cosas es algo más especifico, son recuerdos: de la infancia, de… ¡Esas son las hamacas de cuando éramos niños! Las sillas, nuestro ropero, aquellas son imágenes de nuestros amigos, pero después abandono aquellas amistades y dejo sus imágenes aquí, las cuales a veces aprovecho para recordarlos, para hacer como quien los frecuenta, jugar con imágenes, con recuerdos y contentarme con ello por la imposibilidad de poder ir a verlos. Ahora él se encuentra allí, seguro añorándolos al encontrarse ahora rodeados por mascaras, por amistades falsas, por lazos unidos al estar netamente en sociedad, los de ahora son como ficciones, representa personas presentes mientras están realmente ausentes y esto debe haberlo asustado para que salga huyendo a buscarme, deseo suponer que llego aquí buscándome.

2 comentarios:

  1. Esta muy bueno, sale dibujo de la tercera parte me parece!

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  2. Confieso que tuve que leer la 1° y 2° parte, porque se me había pasado.
    Me gusta que se suban cuentos más largos a los blogs, aunque no sea lo "políticamente correcto", así que lo disfruté, es un placer que no siempre me puedo dar en los blogs.
    Un cuento de fuerte contenido existencial.
    Un gran abrazo.
    HD

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