21 de junio de 2011

TAS (tracción a sangre)

Porque la tristeza a algunos hechos llega cuando te arrojan la información a la cara, no por propias conclusiones ni automáticas, solo después de verlas allí desparramadas en el suelo al revotar contra nuestro rostro.

Recién salgo y veo a ellos dos, dos grandes amigos del infortunio, ellos recorren las calles de la ciudad en lo solitario de las noches, de la madrugada,  o en el solitario del día a pesar que las veredas pasan tantos rostros que parecen una masa solida estática, pero esa misma masa es indiferente a ellos, casi ni los siente. Como fantasmas recorren las calles, unidos por una soga que a uno de ellos lo ata, pero al  otro no, el otro se posa sobre el objeto en el que el otro extremo de la soga está amarrado... Dos miserables, el caballo y el amo, dos infortunados, desgracias la sociedad pozo sobre ellos, quienes a gota de sudor se ganan el pan y el pasto. Nunca me puse a pensar en el motor que consume pasto, siempre lo vi como es, como un motor, pero es un caballo el cual es todos los días sometido a llevar cargas gigantescas para las cuales no está preparado para soportar y allí, en cada parada que el hombre hace para bajar a recoger cartones, se  lo ve al caballo cabizbajo reteniendo la lagrima de su ojo para no gastar energías necesarias para después. Tristes ambos, el amo y el esclavo, el hombre y el caballo. Nunca se sabrá en donde se funden sus tristezas, sus sueños y sus anhelos.

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